Albacete
Inesta: En un lugar de La Mancha
En realidad a Andrés no le gusta el fútbol. Lo ve por cariño, pero no sería capaz de explicar lo que es un fuera de juego. A sus más de 75 años Andrés jamás hubiese podido imaginar que la felicidad más grande le llegaría por medio de un balón. O más que por la pelota, por cómo la maneja su nieto, también Andrés, el hombre del año en España.
Cuando el abuelo, Andrés Luján, acompañó por primera vez a La Masía a su hija y a su nieto, creyó que no iba a soportar tanto dolor. Fue duro dejar solo a ese pequeño niño, tan blanco y que parecía tan débil. El abuelo recuerda el muro del que se alejaban y a Andresito, con 12 años, diciéndoles, con lágrimas en los ojos: «¿Me vais a dejar aquí?, ¿No vas venir a recogerme?». El abuelo dudó, le vio tan triste, se vio tan triste, que a punto estuvo de coger a su nieto y llevarlo de nuevo al bar de Fuentealbilla. Pero la madre, «que es la más valiente», se tragó la desolación y decidió dejar a Andrés Iniesta en La Masía: a que se hiciese futbolista y también, más tarde, el domingo pasado, campeón del mundo.No es un secreto que Andrés lo pasó mal y que Víctor Valdés fue uno sus grandes apoyos. Sus padres se fueron a vivir con él, para hacerle compañía y, al final, el talento del futbolista pudo más que su estatura o su melancolía. Cada vez que volvía en vacaciones, el abuelo le preguntaba si quería quedarse. «Y como me hubiese dicho que sí, no hubiera vuelto a La Masía». Pero Andrés Iniesta nunca dijo que sí. Su familia se había sacrificado llevándole a los entrenamientos del Albacete entre semana y a los partidos los fines de semana. Ahora le tocaba a él el sacrificio.Al final ha tenido premio. Quizá en el año más duro de su vida. La muerte el verano pasado de Jarque trastocó su visión de la vida. No es fácil enfrentarse a la muerte de un amigo con el que has compartido lo mejor de la juventud. Las continuas lesiones, además, añadieron fatalismo y dudas a un futbolista, que también, aunque no queramos verlo, tiene los mismos miedos, la misma soledad que el resto. Iniesta ha contado con el apoyo de su novia, de su familia y de su pueblo. Ayer se fletaron autobuses para que unos 55 vecinos fuesen a Madrid para recibirle. El bar de su abuelo (hace tiempo cerrado) ha sido el centro de reunión de la peña. El domingo no estaba su padre, encerrado en casa, como en un búnker, porque no puede aguantar la presión. Tampoco su madre, que se salió antes de gol: no podía aguantar la impotencia de ver cómo golpeaban a su hijo tan impunemente. Después lloraron de felicidad y por ese niño que dejaron en La Masía, con 12 años, justo cuando empezaba su destino.
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