Nueva York

Énfasis

La Razón
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Mi padre tenía dudas sobre mis capacidades intelectuales porque, mientras muchos de mis amigos triunfaban en cargos públicos, en los medios de comunicación o en sus iniciativas empresariales, yo me había decantado por estudiar Filología Hispánica. Muchos años después he de darle la razón al comparar lo que recaudó Garzón para sus cursos de Nueva York (unos dos millones y medio de dólares) y la financiación que yo consigo para los Proyectos de Investigación que dirijo en calidad de profesor universitario (la mayor cuantía ha sido treinta mil euros para repartir entre IVA, universidad, facultad, departamento, publicación de los trabajos y pago a los investigadores). Y, tras el último auto del Supremo, que señala la prescripción de la actuación de este curioso personaje y en el que se reconoce que hubo delito, pero se señala su prescripción, no he oído a los voceros garzonistas decir nada sobre ello. Sí en la condena de inhabilitación, en la que al Tribunal se le ha tachado de fascista y otras lindezas. En este proceloso asunto, quien ha destacado por encima de todos es el inefable Llamazares: «Ni respeto ni acato la sentencia», dice con gran énfasis ante los medios de comunicación. Lo primero, habla mucho de su concepto de la democracia: la justicia es tal cuando me favorece, si no, fascismo. Lo segundo dice muy poco de su inteligencia, porque no acatar una sentencia que no te concierne es lo más cercano a la estulticia.
Estamos presenciando, pues, un circo mediático de la «izquierda plural», a la que se ha sumado RbCb, al que la sentencia le ha entristecido (se olvida de que calificó al señor Garzón de «mal juez» cuando buscaba las cosquillas a Felipe González con el «caso GAL»). ¡Ay! Qué memoria más desmemoriada tiene nuestra izquierda. En cuanto a la lección magistral de historia del defensor de Garzón en el asunto del «franquismo», hay que sumar a la manipulación la pertinaz ignorancia. «Nadie está exento de decir tonterías –decía Montaigne–, lo grave es decirlas enfáticamente».