Música

Crítica de cine

El icono líquido por Germám CANO

La Razón
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Aunque cueste decirlo, toda sociedad tiene los iconos que se merece. Si los 60 tuvieron a Beatles o los Rolling, nosotros tenemos a Hannah Montana, Justin Bieber, Belén Esteban y Kate Moss, las nuevas estrellas de nuestra sociedad líquida. Dime a quién admiras y te diré quién eres. En el pasado, famoso era el héroe; en la era contemporánea, el hombre responsable en el que uno podía confiar. Más tarde, Holly-wood encumbró al estrellato a la actriz semidiosa, como la Garbo, o la mujer de turbia fragilidad, como Marilyn. Se ha dicho, y con razón, que la juventud no existía antes de los 60. El joven estaba demasiado preocupado para dejar de ser niño y alcanzar la madurez. En este contexto, la juventud no podía ser un valor comercial en alza. Hoy, al contrario, todo parece doblegarse al imperio de lo juvenil, chispa de la vida y del negocio. Parecen microadultos que conocen perfectamente las reglas de juego del negocio y el aura de su sexualidad. ¿En dónde radica el poderoso magnetismo mediático del nuevo ídolo juvenil de masas? En una sociedad regida por el valor del individualismo narcisista, la estrella ya no debe brillar necesariamente por sus virtudes artísticas.

En un mundo que tan ferozmente controla la cuestión de la imagen e internet, estos valores no importan tanto. Con un alto riesgo: una vez que la fama se desgasta, la nueva estrella sólo puede brillar desnudando sus pequeñas miserias en un «strip tease» emocional cada vez más subido de tono. De ahí la perturbadora intuición de que Bieber y Hannah Montana –como Lindsay Lohan– pronto irán al cuarto de los juguetes rotos. Encarnan el nuevo patrón de esa alambicada ingenuidad publicitaria donde cada uno se vuelve inflexible empresario de su propio «look». Tras la liquidación de la imagen del modelo inalcanzable cuyo aura te posibilitaba huir de la realidad, la pregunta que resulta interesante plantear es qué función cumple ese «avatar» que sería la nueva estrella. Dentro de la maquinaria mediática, ¿no es el mundo Disney un factor de consenso que crea la ilusión de un lenguaje común para una sociedad cada vez más replegada sobre sí misma?