Asia

Tokio

«Tengo miedo por mis hijos»: la sociedad japonesa encara la tragedia como puede

Después del trabajo, Natsuko ha salido de compras por el centro de Hiroshima con su madre. Se había encaprichado de unos zapatos y no ha dejado pasar la ocasión. «Son muy bonitos», asegura, con una sonrisa. La escena está ambientada en el Japón del «terror atómico» y no es ni mucho menos singular

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Como Natsuko, millones mantienen la sangre fría en medio de las alarmantes novedades que llegan de la central nuclear de Fukushima. «Estamos muy preocupadas y tristes por la gente que está sufriendo, pero ¿qué podemos hacer? Seguimos las noticias y hacemos una vida normal», comenta esta ingeniera de 34 años.

En el sureste de la isla, en ciudades como Osaka e Hiroshima, es difícil percibir la tensión. Se trata de una cuestión cultural. Pero no sólo. Mientras en el extranjero muchos líderes plantean evacuar a sus ciudadanos del archipiélago, millones de nipones no se sienten al borde de una tragedia, ni siquiera si se produjera una fuga masiva. «Estamos muy lejos y el perímetro de seguridad es de 30 kilómetros. Nos dicen que no nos preocupemos, que ni siquiera se espera que llegue a ser muy peligroso en Tokio», apuntilla Natsuko. Además de la disciplina y la sobriedad que caracterizan a los japoneses, sus medios de comunicación ofrecen una información menos alarmista de lo que está ocurriendo; una cobertura en la que comparecen continuamente expertos explicando los peligros reales de la posible fuga y contextualizando los riesgos de la radiación.

Quizá por responsabilidad social. «Es normal. En una ciudad de 35 millones de habitantes como Tokio, puede ser más peligroso un ataque de pánico colectivo que los efectos de la radiación», dijo a LA RAZÓN el estadounidense Evan Douple, jefe del Centro de Investigación de los Efectos de la Radiación de Hiroshima y Nagasaki.

Cuanto más nos acercamos al epicentro del terror atómico, mayor es la preocupación. En la capital, situada a menos de 150 kilómetros de la central y donde ya ha llegado la radiación (aunque a niveles muy bajos), se produjeron ayer severos cortes de electricidad y muchas familias continúan haciendo acopio de víveres y combustible para preparase en caso de que se produzca una fuga descontrolada de radiación, algo que el Gobierno tiende a descartar.

Muchos japoneses se preparan para seguir los consejos que los expertos dan estos días en los medios de comunicación: encerrarse en casa, sellar con trapos las puertas y ventanas, y esperar a que pase la radiación. Otros se han trasladado al sur para minimizar riesgo. «Estamos aquí mitad de turismo, mitad huyendo. Nuestros padres pensaron que era mejor alejarnos de Tokio y por eso hemos venido. No nos ha costado trabajo conseguir billetes de tren. Estamos un poco asustados, es verdad», confesaba Mitsu, un joven que hacía fotos en un parque de Hiroshima ayer, acompañado por un par de amigos.

Paseando frente a la «Cúpula de la Bomba Atómica», el edificio donde detonó la bomba nuclear hace 66 años, una madre reconoce que acaba de llegar de Tokio para no quedarse atrapada en medio de la radiación. «Estaba muy preocupada porque tengo hijos pequeños y mi marido me pidió que viniese con ellos. Estamos en un hotel. El se ha quedado porque no puede dejar el trabajo. Si puede, vendrá», explica.