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Sobre todo no hables

La Razón
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Como mi querido e ilustre amigo Buero Vallejo, en mi juventud quise dedicarme a la pintura. Enterándome con detalle de la vida y milagros de dos grandes artistas catalanes, como Joan Miró y Salvador Dalí, leí un consejo que Miró le dio a Dalí, cuando éste llegó a París, en donde el primero residía ya desde hacía algún tiempo. Miró trataba de iniciarle, prácticamente, a la vida de la capital francesa y al trato con sus gentes. Especialmente con los de su profesión: marchantes, artistas, futuros compradores…
–«Sobre todo, no hables».
La frase lo retrata de cuerpo entero, Miró nunca fue muy comunicativo, pintó muchísimo, pero habló muy poco, no peroró ni teorizó sobre su pintura, nunca «metió la pata» diciendo alguna tontería propia de un genio. Pues los genios también las dicen y hasta contribuyen a mermar su prestigio. –«Si éste es capaz de decir una sandez, como la que acaba de soltar, no debe de ser "tan divino"como se cree». Que Dalí hiciera precisamente lo contrario –hablar por los codos– no le quita valor práctico a la frase, cuando se trata de artistas plásticos, pero se la puede aplicar cualquiera que trate de ser algo prudente en sus relaciones sociales y profesionales: –«Sobre todo, no hables». Dos frases recurrentes de la sabiduría popular son los dichos de «El movimiento se demuestra andando» y «Por la boca muere el pez».
En todo caso, el artista no tiene que empezar explicando su obra, sino dejando que se la expliquen y la comprendan los demás, que sean los otros los que nos definan y valoren. No somos mucho –ni mucho menos– más de lo que los otros creen que somos. Es inútil y ridículo pretender cambiar esa opinión. Podemos confundir, despistar, restar interés y misterio a una obra que ya se está afirmando por sí sola, sin la menor necesidad de muletas verbales, teóricas, ni bla, bla, bla...
Lo primero que puede pensar el oyente de un artista que intenta racionalizar de este modo su trabajo de una forma siempre íntima y subjetiva es: –«Éste pinta muy bien, pero no sabe lo que pinta».
¡Peligro! «Por la boca muere el pez» –¿Qué necesidad tenemos de que se nos juzgue un ingenio incompleto, que no se entera bien de lo que hace, ni sabe situarlo en una justa escala de valores? Entonces, se justifica más que nunca que, «El movimiento se demuestra andando». Es decir, trabajando lo mejor posible y mucho. Que hablen y nos defiendan nuestras obras. Los comentarios, los elogios, las críticas favorables, nunca dejarán de agradar «aunque se equivoquen».
Si la frase de Miró la trasladamos a un plano general, continuaremos atribuyéndole sabiduría y conocimiento del mundo. Esto mismo hubiera podido aconsejarlo Baltasar Gracián, con sofisticada enjundia barroca, en su libro «El discreto».
–Muchos nos podemos decir: –«Si yo no hubiera hablado en aquella ocasión, si no me hubiera ido de la lengua, otro gallo me cantara a la hora de hoy. No me sucedería lo que me está sucediendo, que ha cambiado mi vida, alterando negativamente la opinión que los otros se hacían de mí. Me sentía muy seguro, muy dueño de mí mismo y no sabía que unas cuantas palabras pudieran comprometerme con algo indeseable, cambiar mi imagen, hacerme enemigos, reñir con Fulano o Mengano».
Y ¡para qué seguir! La misma persona puede caer en la desesperación, si pretende analizar los hechos hasta sus últimas consecuencias. Generalmente, trata de olvidarlo, porque es importante seguir viviendo. Pero la cosa no tiene vuelta. : «Palabra y piedra suelta…». Tratar de remediarlo, es muchas veces imposible, lo impiden hechos materiales.
Pues ¿y los políticos? Cuántos pueden ser sus arrepentimientos y de un calibre muy superior: – «Si yo no hubiera dicho aquello, no me habrían llamado idiota en el "Daily News''», no hubiera perdido las elecciones y no hubieran muerto cantidad de personas en tal o cual lugar y circunstancias».
Con ellos, ya nos situamos en el terreno de la alta delincuencia, a nivel jurídico e internacional. No hay ejemplo más elocuente.