Venezuela

Por qué no nos callamos

El Rey: Cuándo: 31 de mayo de 2011. Dónde: en el Palacio de la Zarzuela. Por qué: el Rey abronca a los periodistas por las especulaciones sobre su estado de salud

La Razón
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La salud del Jefe del Estado es un asunto de Estado, pero puede convertirse en un estado de irritación ante una plaga de especulaciones tautológicas. Es lo que le sucedió al Rey cuando le preguntaron por enésima vez cuál era su estado de salud, en unas condiciones físicas poco halagüeñas, porque los dolores que sufría en la rodilla eran imposibles de evitar. Podía haber dicho como aquel soldado con un montón de flechas clavadas en su cuerpo que, cuando le preguntan si le duele, contesta: «Sólo cuando me río».

Algunos han visto lógico el enojo de Su Majestad y otros lo han criticado, lo cual significa que vivimos en un país libre, a pesar de que la bonhomía personal de Su Majestad venció al momentáneo acceso de agitación y pidió disculpas a los periodistas presentes. Pero es posible que lo que pesó en su ánimo fuera el de algunos periodistas NO presentes, que desde hace algún tiempo especulan tanto con las hipotéticas enfermedades de Don Juan Carlos que parece que, de un momento a otro, van a dictar la fecha de su fallecimiento, a pesar de la transparencia con que la Casa del Rey aborda cualquier alifafe, por mínimo que sea. El problema no nace de los periodistas presentes que habitualmente cubren los actos de la Casa Real, sino el descenso de la murmuración a esos programas audiovisuales, protagonizados por ciudadanos cuyos méritos más notorios suelen ser aventuras de alcoba y otras acciones muy poco relacionadas con lo honorable. Que en ese tipo de programas la salud del Jefe del Estado pase a ser un chisme más me parece denigrante. Más aún: observo que, periodísticamente, hemos pasado de un estado, no ya cortés, sino en algunos casos de una untuosidad empalagosa con nuestra Monarquía, a una especie de vísperas de barra libre, donde cualquier patraña puede tener cabida en esos espacios donde la maledicencia y el comadreo son el blasón para participar.

En cierta ocasión, el Jefe del Estado, ante su homólogo de Venezuela, cuando éste comenzó a lanzar insidias sin fundamento contra España, rompió las reglas diplomáticas e interrumpió al bocazas con un «¿Por qué no te callas?» que también tuvo sus partidarios y sus detractores. A mí, particularmente, me pareció bien, porque hay momentos en que la templanza pude ser tomada por cobardía, pero comprendo los argumentos en contra. Lo que sí está claro es que los miembros de la Casa Real no se querellan, y eso parece envalentonar a quienes, usando el nombre de periodista en vano, han hecho de la mancilla, del chismorreo y la calumnia su santo y seña.

El halago permanente y el disimulo de cualquier acción censurable que proceda de la Casa Real nos convertiría en serviles cortesanos sin crédito, pero dar pábulo sin fundamento a cualquier detalle sobre la salud del Rey, de manera tan pelmaza como ha ocurrido en el último mes, nos permite plantearnos si estamos informando a nuestros lectores o estamos colaborando a la murmuración descabellada. Es entonces el momento de plantearnos la pregunta: ¿por qué no nos callamos? Y que, cada uno, con su sentido profesional, la responda.