Francia

Los responsables

La Razón
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Hace ya tiempo recordaba en un artículo lo que en relación a tipos de héroes categorizaba el ensayista alemán Hans Magnus Enzensberguer; éste distinguía una nueva clase, los héroes de retirada, frente a los clásicos; éstos son héroes del triunfo y conquista, y los primeros héroes de la renuncia, derribo y desmontaje. A todos nos gusta creer en los clásicos, pero los de retirada son necesarios en determinados momentos históricos. A veces cuando las cosas van mal es necesaria la emergencia de personajes dispuestos a darlo todo por su sociedad, incluso su futuro, porque a veces no cabe margen para pensar en uno mismo.

Al final la historia nos los recuerda como lo que fueron y los ignora, pero la suerte de los que creemos en la trascendencia, es que sabemos que existe una justicia histórica de verdad, por encima de la nuestra, que los colocará en un Olimpo permanente. El problema se produce cuando algunos se empeñan en seguir pensando y luchando por lo suyo, por lo propio y generan constantes diferencias, fronteras, obstáculos, llegando a confundir la defensa de sus legítimos principios, con el sectarismo y la negación de lo diferente.

Hoy se imponen personajes dispuestos a renunciar a su propio éxito por el bien de la colectividad, porque a veces la negociación no es una salida vergonzante a una situación de debilidad, sino al contrario, se convierte en la mayor autoafirmación de la fortaleza moral de un individuo. Pero ello supone primero respetar al adversario, segundo darle la oportunidad de expresar sus alternativas, pero no presionado por un previo campo de juego impuesto, tercero supone dar espacio, y cuarto, y más importante, supone estar dispuesto a admitir la renuncia de previos y apriorísticos pronunciamientos, aceptando parte de los del adversario en aras del bien común.

La concertación y el acuerdo deben superar a la mera foto del saludo y darse la mano, con sólo eso no tenemos nada. Conviene en los momentos actuales, recuperar el espíritu de una España que supo hacerse una sola a partir de aquellas dos, que aprendió a mirar al futuro y empezó decididamente a olvidar; conviene defender nuestra constitución, no por lo que dice , que no es poco, sino por lo que supuso, una norma que concitó unos grados de consenso que han permitido, por vez primera, que la Constitución alumbrada no fuera patrimonio de un gobierno o de una minoría precaria, que ha permitido por ello su perduración y evitado su sustitución a cada paso.

El espíritu constitucional marcó unas normas de convivencia garantizando el Estado de Derecho, la supremacía de la Ley como expresión de la voluntad popular y la sujeción de todos –ciudadanos y poderes públicos– a sus propios dictados y al resto del Ordenamiento Jurídico, y todo ello sin inmunidades del Poder frente al Derecho. Es el momento de afirmarnos en ello y no arrumbarlo, no merece la pena por un puñado de votos renunciar a lo que se consiguió. Hoy ya no hay margen para la frivolidad, llegan momento duros y difíciles. Hoy tenemos que afrontar grandes retos, y para ello hay que mirar al futuro y no al pasado, éste sólo debe servir como referente para no volver a repetir errores y aprender de los éxitos; pero algunos siguen empeñados en hurgar en el mismo, exigir imposibles reparaciones, hacer juicios erráticos y autoerigirse en herederos del desastre que asoló a toda la nación. Con este lastre es difícil avanzar, con el odio y el sectarismo acentuado en el ignorante histórico imposible; muchos pesamos que España había superado con éxito un proceso de reconciliación nacional, similar al que se hizo en Francia tras la segunda guerra munida, o en Alemania, o en Italia, pero algunos se empeñan en mantener viva una vieja herida, cuyo origen tienden a enmascarar con el sectarismo, y además para ello buscan desesperadamente el mantenimiento de un proceso penal imposible, alegando justicias trascendentes a nuestro propio sistema legal. Nadie se debe parapetar en su propia ideología, creyéndola la mejor.

Nadie se debe esconder detrás de lo que cree la única verdad, la suya, debe escuchar. En eso que ahora se llama gobernanza, existen dos tipos de gobernantes, los que se alimentan del caos y los que lo intentan superar. Los primeros pretenden solucionar problemas creando otros, para así desviar la atención, buscan la división aun a riesgo de despertar y repetir errores del pasado; los segundos, se centran en los problemas reales y los tratan de solucionar, buscando el orden, la estabilidad y la real prosperidad. Hoy más que nunca necesitamos héroes de retirada, responsanbles, dispuestos a sacrificar su futuro por el bien del país. Lo duro todavía está por llegar, porque todo retroceso económico se percibe en el presente, pero donde realmente se instala es en el futuro, sus consecuencias son letales y su solución traumática.