Valencia
Un ovni llamado Basagoiti
El líder inexperto supo anteponer la perspectiva histórica al politiqueo de vuelo raso
La primera vez que hablé con Basagoiti en la radio fue en mayo de 2008. María San Gil había renunciado a redactar la ponencia política del congreso marianista de Valencia y el PP de Euskadi era un hervidero. La conversación fue tipo «la parte contratante de la primera parte» porque Basagoiti me explicaba todo lo que había ocurrido durante el día –borradores de ponencia yendo y viniendo de San Sebastián a Madrid y viceversa– y a mí me costaba seguir su relato prolijo y enredado. Lo contó todo con la franqueza que sus compañeros reservan para los «off the record», pero mucho más rápido. Cuando colgó, sólo alcancé a decir: «Qué político tan raro, he visto un ovni». Volvimos a hablar en vísperas de las autonómicas y ya me anticipó que, si PSE y PP sumaban, el PNV sería desa-lojado. Esta «manía» suya de responder a lo que se le pregunta con el lenguaje llano de quien no tiene un cargo inquietaba a la dirección de Génova casi tanto como su segundo, Iñaki Oyarzábal («ése que va de moderno», según expresión de un veterano rancio). La negociación con Patxi López –más bien apariencia– también fue «rara»: no se habló de cargos ni de reparto de instituciones (ni siquiera la Diputación de Álava), sino de compromisos para desmontar la legitimidad falsa que los batasunos seguían dando al terrorismo. El líder inexperto supo anteponer la perspectiva histórica al politiqueo de vuelo raso. Los incrédulos escribieron entonces que aquello no prosperaría, que bien Génova, bien Zapatero, se encargarían de torpedearlo; el pacto era «contra natura» y no sobreviviría más de un año. Como en tantas otras profecías, los cenizos erraron. La sintonía de López y Basagoiti no era fruto de la urgencia por pisar la alfombra, sino la consecuencia del diagnóstico que ambos compartían y de los muchos años de persecución sufrida por los militantes de sus partidos (no sólo ellos, pero sí sobre todo). El acuerdo de Basagoiti y López se cimienta en algo más sólido que el afán del poder: la comprensión mutua y el sentido de la Historia. Frente a dirigentes políticos que han devaluado, de tanto usarla, la frase «es más lo que nos une que lo que nos separa», ellos han sabido traducirla en hechos porque tienen interiorizado el significado. Jordi Évole le pidió opinión a Basagoiti, en su programa del domingo, sobre Jesús Egiguren. «Le recomendaría que hable menos», dijo con media sonrisa, «porque todo lo que dice se lo sacan de contexto para buscarle las cosquillas». Y añadió: «Discrepo de Egiguren en muchas cosas, pero es un hombre bienintencionado». El reconocimiento mutuo que PP y PSE han hecho del sacrificio del otro y de su empeño en acabar con el terrorismo (aun habiendo recorrido caminos no siempre coincidentes) está en la base del «agur» que ETA ya va entonando. Ahora que la política vasca ha dejado de ser –así lo creo– una caja de bombas, es el momento de reconocer el mérito de López y de un ovni llamado Basagoiti.
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