África

Trípoli

Desbandada del Ejército de Gadafi

«Seguiremos luchando, tomaremos Beni Walid, luego Sirte, Sabha e iremos hasta Níger si hace falta». Así de determinados se muestran los rebeldes en el frente oeste de Beni Walid, que es su próximo objetivo, aunque se hayan esfumado las posibilidades de que Gadafi se encuentre allí.

Un grupo de rebeldes libios detiene a un hombre, identificado como mercenario de las fuerzas de Gadafi, durante una batalla en Trípoli
Un grupo de rebeldes libios detiene a un hombre, identificado como mercenario de las fuerzas de Gadafi, durante una batalla en Trípolilarazon

Los últimos rumores lo sitúan en Níger, adonde habría llegado un gran convoy de vehículos militares, supuestamente pertenecientes a las unidades del Ejército libio destinadas en el sur del país. El convoy habría pasado por Agadez, en el centro de Níger, en dirección a la capital de este país, la misma ruta seguida por varios altos cargos del régimen, entre ellos el jefe de la seguridad de Gadafi, Mansur Dau. El coronel podría estar entre estas personas, que habrían recibido la ayuda de los tuareg de la zona para cruzar la frontera, por la que también habrían cruzado camiones cargados con dinero y oro, procedentes supuestamente del banco central de Sirte, según el Gobierno rebelde. Gadafi podría buscar refugio en Burkina Faso, que ha dicho anteriormente que le acogería.

Para los rebeldes, la guerra no se terminará hasta que el coronel sea capturado y juzgado, y ayer se mostraban pacientes en medio del desierto, a la espera de que Beni Walid se rinda, después de que las negociaciones hayan sido relanzadas para dar una nueva oportunidad a una salida pacífica. Dicen que puede ser cuestión de días o de semanas, que no se puede saber en esta guerra imprevisible. «No tenemos prisa y no vamos a abandonar», aseguraba Mohamed, un joven combatiente, mientras se aseaba con el agua de una cisterna en el campamento de su batallón. «Tenemos comida, agua y no nos podemos quejar; lo importante es apresar a Gadafi».

Esta misma tranquilidad transmitían dos hombres de mediana edad en otro campamento, el del «batallón de los guerreros», donde tienen hasta un televisor. Llevan unos tres meses en el desierto al sur de Misrata, donde han creado una línea defensiva que protege la ciudad. «Ahora que mi familia está a salvo, puedo quedarme aquí todo el tiempo que haga falta», decía Ahmed.
Los revolucionarios de Misrata lucharon dos meses contra las fuerzas de Gadafi hasta que consiguieron echarlas y en las semanas de asedio aprendieron a ser pacientes y fuertes.

Desde un campamento lejano donde disponen de un altavoz, llaman al rezo del mediodía, un joven rebelde repite la llamada a voz y sus compañeros acuden rápidamente. Lo mismo ocurre en el centro habitado de Misrata, cuando a través de los walkie-talkies los rebeldes son llamados para llevar a cabo una operación. En la «base de los guerreros», una decena de jeeps, algunos dotados de baterías antiaéreas, se ponen en marcha con los disparos al aire de los kalashnikov y al grito de «Dios es el más grande», contraseña de los rebeldes.

Han recibido información de que un gadafista, un habitante de Misrata, ha vuelto a la ciudad y se esconde en su casa. Se dirigen a ella y la rodean, un joven apunta su lanzagranadas hacia la puerta del sospechoso mientras otros cierran la calle al tráfico. No quieren daños colaterales, ni tampoco testigos. Los rebeldes de Misrata han desarrollado un organizado y estricto sistema de batallones que patrullan y saben todo lo que ocurre en la ciudad, donde los controles de seguridad aún no han sido desmantelados tres meses después del fin de los enfrentamientos.


Los rebeldes «españoles»
Las pick-up de los rebeldes de Misrata llevan los colores de la bandera española: rojo y amarillo. Así es como la OTAN les distingue de las tropas gadafistas, que, cuando comenzaron los bombardeos aliados, empezaron a usar los mismos vehículos que los rebeldes, dando lugar a varios incidentes de «fuego amigo». El rojo y el amarillo son los colores «secretos» asignados hace poco a los rebeldes, coincidiendo con el aumento de los bombardeos de la OTAN en los alrededores de Sirte, Beni Walid y el desierto que los separa, donde los revolucionarios colaboran estrechamente con la Alianza.


Las empresas francesas afilan los dientes
Cerca de 400 empresas francesas participaron ayer en un seminario organizado por la principal patronal del país y por la cámara de comercio franco-libia, para informarse sobre los proyectos de inversión en ese país. El acto contó con la presencia del secretario de Estado de Comercio Exterior, que en la apertura del mismo destacó que «Francia goza de un capital de simpatía elevado ante las nuevas autoridades libias y es normal que las compañías galas se aprovechen del mismo». El ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, ha dicho que su país quiere mantener su posición del socio económico más importante de Libia tras el colapso del régimen.