Málaga
ANÁLISIS: Un eslabón necesario por Elías BENDODO
Romper un eslabón intermedio de una cadena significaría desarmar todo un engranaje de piezas unidas que confluyen en un objetivo común. En términos más simples, prescindir de un eslabón conllevaría desarticular la cadena y provocar un caos. Permitiéndome este símil, las diputaciones provinciales son parte de una cadena cuyo fin último son las personas y defender su desaparición solo nos haría alejarnos del sentido común y de las pautas que defiende el Estado del Bienestar.
Recientemente hemos leído o escuchado cómo varios dirigentes políticos, algunos de ellos ya en la reserva, han cuestionado, no ya la eficacia, sino la propia existencia de las diputaciones. No es algo nuevo, creo que las diputaciones empezaron a ser cuestionadas desde su misma creación en 1812, en el mismo grado que lo ha sido cualquier otra forma de organización o de gobierno.
Muchos se amparan en la falacia de la inutilidad de estas administraciones mientras evitan trabajar para hacerlas más eficaces. No conozco organización administrativa o institución que haga una mejor aplicación de las economías de escala que las diputaciones provinciales y, después de los ayuntamientos, es la administración más cercana a los ciudadanos.
Más que plantearse el futuro de las diputaciones, lo sensato sería hablar de su presente, del «ahora» de las instituciones supramunicipales, porque este organismo público tiene un papel protagonista en la articulación territorial y en la tarea de proximidad y cercanía al ciudadano.
La pregunta no sería por lo tanto si las diputaciones tienen futuro; sino ¿cuál es el mejor futuro para las diputaciones? Y es en este momento cuando la respuesta obliga a pensar que esta institución es imprescindible para el funcionamiento de la función democrática, haciendo hincapié en su vertiente de intermediación entre las Autonomías y los Ayuntamientos.
Las diputaciones deben entenderse como el nexo de unión entre las políticas regionales y las políticas locales. Un brazo articulador que trabaja para que las personas se beneficien desde criterios de igualdad y solidaridad, de los servicios públicos. Una herramienta útil al ciudadano cuyas señas de identidad deben ser la cercanía, la eficiencia y la eficacia.
Por ello, el primer elemento a concretar es cuáles deben ser las competencias de las diputaciones, para evitar tener que asumir compromisos que ya dependen de otros organismos como las comunidades autónomas o el Gobierno central.
Conseguiremos que las diputaciones sean las genuinas representantes de las comarcas y un modelo a seguir de democracia y gestión eficiente de los recursos. Una administración que represente como ninguna otra la defensa de los intereses generales sobre los particulares. Donde los menos favorecidos, los municipios más pequeños, puedan alcanzar el necesario marco de igualdad de oportunidades para desarrollarse con la única limitación de sus propias capacidades y talentos.
En conclusión, las diputaciones provinciales están, más que nunca, llamadas a ser un referente en la tarea de integración y mantenimiento del equilibrio territorial para salvaguardar el bienestar ciudadano, por lo que lo sensato no está en eliminar el eslabón, sino en fortalecerlo.
Elías Bendodo
Presidente de la Diputación de Málaga (PP)
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