Ferias taurinas
Las dos ex de Larrañaga no han ido al hospital por Jesús Mariñas
Suena más a misterio que a respeto o discreción, tampoco son nuevas en esto. Pero ni María Luisa Merlo ni Ana Escribano, la primera y última de sus cuatro esposas, han podido verlo, animarlo y confortarlo. Todo suena raro, puntilloso, de innecesario secretismo, dada la popularidad del eterno galán. Lo suyo es genio y figura incluso al cumplirse un mes desde que lo intervinieron de un tumor de vejiga. Después se complicaron los pulmones, y ahí sigue batiendo récords de cuidados intensivos a lo largo de todo un mes en el que, insisto, sólo se permite el acceso de sus hijos Luis, Amparo y Pedro, que es la cabeza pensante del clan familiar. Extraña, e incluso molesta, que apenas faciliten datos de cómo evoluciona Carlos. Su hija pequeña, Paula, preguntó por él cuando celebró su quinto cumpleaños rodeada de payasos y veinte amigos que volvieron tarumba a una Ana Escribano que cubre como puede la ausencia paterna. La cría se convirtió en el ojo derecho de Larrañaga. Pierde la cabeza con ella como no lo hizo con los cuatro hijos anteriores, a quienes les dio todo menos compañía y control. Los vio crecer con mando a distancia, menos mal que estaba la Merlo, auténtica madraza.
Ana Escribano recomenzó las grabaciones de «Bandolera». Puede convertirse en una actriz revelación y, sorprendidos, han dado más extensión a su alocado personaje (un poco a lo Angela Lansbury y esos que bordaba Betty Miller). Ante su eficacia lo alargaron hasta no se sabe cuándo, comentaron en el estreno de Moncho Borrajo. Es su breve reaparición madrileña, donde zurra sin miras: lo mismo le da a Zapatero, recurso fácil y sin represalias, a Rajoy, Ana Botella, Merkel y el presidente francés, al que tilda de «liliputiense». Fustiga como en tiempos hizo Pedro Ruiz. Es lo de siempre, con panoplia recién llegada y vapuleo a Rubalcaba el de ida y vuelta. Suerte que no escogieron a Carme Chacón, que no sabe si usar falda de volantes como las que Vicky Martín Berrocal sacó en la feria sevillana de Raquel Revuelta. Relanzan los toros con olor a clavel y seguimos a la espera de datos precisos de qué le pasa a Carlos. Una cosa es respetar la voluntad familiar, pero tanto Merlo como Escribano son fundamentales en la vida y la descendencia de quien aún es reducto de un estilo interpretativo y una clase más que escénica donde la elegancia equilibraba sus interpretaciones: «Saldrá mejor de lo que entró, o eso aseguran», me consuela una de sus dos ex, aún vinculadas al grupo supuestamente protector, algo que conociéndolo bien no sé si Carlos aprobaría. Aunque que fantaseen con su salud tampoco le disgustaría, menudo es mi casi hermano, con el que llegué a la iglesia de San José antes de darle el «sí, quiero» a la Merlo. El día que les cuente...
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