Afganistán
Secretos a toneladas
¿Cuántas cajas se necesitan para trasladar 92.000 documentos secretos sobre la guerra de Afganistán? Una simple memoria externa de 300 gramos. En ese sentido, la filtración que reveló el sitio Wikileaks es una primicia de la era informática. Otras muchas la habrán precedido, pero a una escala mucho menor. Grandes carretas de secretos, al alcance de funcionarios de poca categoría.
No es muy alto el nivel de las revelaciones, pero la cantidad suple la calidad. Prácticamente, nada que no se supiera, sino más bien la confirmación de todo. Los corresponsales se han sentido satisfechos, porque lo esencial ya lo habían publicado. Desde el punto de vista del estudioso, la colección es un cuadro muy vívido de lo que ha pasado en Afganistán entre 2005 y 2009.
Pero no deja de ser una gran traición, canallesca o tremendamente irresponsable. Los gobiernos, cómo no, tratan de dar una visión un tanto idealizada de las cosas que los periodistas se encargan de corregir, a veces escorado hacia el lado contrario. Pero todo el mundo, hasta los funcionarios públicos, tienen derecho a cierta privacidad y si sus comunicaciones internas se airean en la plaza pública, mucho de verdad, sinceridad y espontaneidad se va a perder irremisiblemente. Y esto es especialmente verdad para los espías, aunque sean de poca monta. Cuando de inteligencia se trata, la cosa es mucho más grave. Aún en el supuesto de que no haya nada nuevo, hay centenares de informadores que se juegan la vida. No basta que se hayan borrado los nombres. Los reconstruirá el enemigo por el contenido de las informaciones. Igualmente, muchos métodos quedan al descubierto. Ahora el gran secreto es la magnitud del desastre.
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