Suecia
Su seguro servidor por Sabino Méndez
Lo que más le gusta a servidor del asunto Wikileaks es algo en lo que parece haber reparado poca gente. Se trata de la irreprochable urbanidad con la que se han filtrado a la opinión pública los doscientos cincuenta mil documentos de la diplomacia norteamericana. Acostumbrados últimamente a un periodismo en crisis de identidad que abusa del titular vociferante y agramatical, sorprende agradablemente la sobriedad de manantial con que ha brotado el hilo de informaciones desde la web de Wikileaks. Ha vibrado a escala mundial, sí, pero emitido con la dulzura de tono de una cuerda delicadamente pinzada por una violoncelista de vestido negro, ropa interior de encaje y liguero a juego. Los efectos han sido un terremoto para la diplomacia exterior y la seguridad de los servicios de información, pero lo cierto es que el servidor que abastece a Wikileaks se ha mantenido seguro y fiable, inmune a intervenciones externas y manteniendo ese tono inicial. Se hace entonces cuesta arriba imaginar que a alguien en la posición de Assange se le ocurra, justo cuando se sabe centro de atención planetaria, ir a Suecia para meterse en líos de faldas con malos modos. Yo creo que en momentos así uno no estará para esas cosas porque, con el estrés, las glándulas lo que piden es pasacorbatas. Todo podría ser, pero las preguntas se empinan aún más (con perdón) cuando se da a conocer que las dos denunciantes sucesivas eran amigas entre ellas. ¿Tan mal se quieren las amigas en Suecia que no hablan entre sí ni para prevenirse? Por supuesto, nadie va a exigirles esa obvia comunicación si en realidad han sido las perjudicadas. Pero no queda más remedio que reconocer que, desde el más práctico y elemental sentido común, todo suena enormemente extraño.
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