Uruguay
La locura de Abreu
El «9» da a Uruguay el pase a semifinales con un penalti definitivo lanzado a lo Panenka / El ghanés Gyan había desperdiciado otro en el último suspiro de la prórroga
Era el día de las sorpresas en el Mundial. Después de 120 minutos de juego, la hipotética del Uruguay-Ghana se confiaba a los lanzamientos desde el punto de penalti después de un epílogo simplemente dramático. El fútbol es grande por circunstancias como las acaecidas en el último segundo. Sí, el último segundo del partido. Luis Suárez no ejerció de «matador», sino de cancerbero para atajar bajo la línea de gol el testarazo de un rival. Penalti y expulsión. Lágrimas de rabia del «9» del Ajax camino de los vestuarios y, a priori, de tensión para Gyan, valiente no obstante para asumir la responsabilidad de lanzar la sumarísima pena máxima. El histórico pase a semifinales de Ghana estaba en sus botas. La salvación de Uruguay, a la postre, en el travesaño. Allí se estampó el lanzamiento del delantero africano en un final de infarto.
Sensación que no decayó en la suerte de los penaltis. Todo lo contrario. Al fallo de Mensah con 3-2 (paró Muslera) le siguió otro de Maxi Pereira, y luego otro de Adiyiah (volvió a parar Muslera).
Otra vez el pase a la siguiente ronda se situaba en lo once metros, con la salvedad de que era ahora Uruguay el aspirante a conseguirlo. Quizá por mediación del futbolista idóneo dado el dramatismo de la situación. De la alienación se sucedió la tranquilidad, paradójicamente. A Washington Sebastián Abreu Gallo le llaman «loco» por cosas como éstas. Capaz de lo mejor y lo peor, el «9» uruguayo se quedó con la primera opción. Por la puerta grande y haciendo uso de su demencia particular, transformada en una pena máxima a lo Panenka. Sin juicio pero con sangre fría y calidad, Abreu selló en el otro penalti definitivo el pase a semifinales de la escuadra celeste cuarenta años después. En 1970, el cuadro suramericano cayó con Brasil.
La historia no volverá a repetirse porque los pentacampeones ya han hecho las maletas. Al igual que los ghaneses, valientes integrantes del que era ya el equipo de África. A los de Rajevac les afama la fortaleza física, no exenta de calidad. A los del incombustible Tabárez, el oficio, tampoco vacío de técnica. Y de esos ingredientes resultó un plato apetecible hasta el final. El empate a uno desde que Forlán enjugó el tanto de Muntari hacía justicia a lo visto sobre el terreno de juego.
Una lucha reducida, al final, a la suerte y la bendita majadería de un «loco» que ya es héroe nacional.
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