Nueva York

El Cordobés sin censuras

«Me he pasado toda mi vida investigando los héroes de nuestro tiempo». En Francia, De Gaulle, Mandela, en Suráfrica, en India, Teresa de Calcuta... y, en España, la España tardofranquista que rezaba el rosario y recibía desmelenada a los Beatles, Manuel Benítez «El Cordobés».

Lapierre, durante la presentación del libro en Sevilla
Lapierre, durante la presentación del libro en Sevillalarazon

Dominique Lapierre (La Rochelle, 1931) conoció aquel país en transformación de la mano de su principal figura mediática, un chaval de Palma del Río, nacido en 1936 sin pan bajo el brazo y erigido, por su temeridad y su carisma, en líder de masas. De un encargo de «The Reader's Digest», Lapierre y su inseparable Larry Collins, hoy ya fallecido, armaron «O llevarás luto por mí», investigación que vio la luz en el año 68 y que ahora, de la mano de Planeta, se reedita en su boceto original, aquel que, según confesó su autor, «cortó Fraga con sus tijeras en un Consejo de Ministros en el Pardo».

Sentirse Hemingway

Dominique Lapierre, acompañado de sus familiares directos, de El Cordobés, de la esposa del presidente del Grupo Planeta, Consuelo García Píriz, marquesa del Pedroso de Lara, e introducido por Carlos Herrera, presentó en Sevilla la obra que le hizo sentirse como un «nuevo Hemingway», a la caza «de un mundo extraordinario y totalmente nuevo para mí, donde la muerte existía». Lapierre y Collins acompañaron durante tres temporadas a Manuel Benítez, del 60 al 62, «más de 150 corridas por temporadas ¡a veces no sabíamos ni en qué ciudad nos levantábamos!». Pero su investigación sobre el torero, precisa Lapierre, iba más allá de la tauromaquia: «No estábamos interesados en si su toreo era clásico o no. Yo, incluso una vez, le pregunté a Benítez quién era para él el mejor torero y él respondió ‘‘el que más cobra''». Y ese era Benítez, un Ringo Star de los ruedos, iconoclasta y rebelde, «un símbolo a través del cual podíamos escribir toda la historia de la última generación española» y que ahora, en la reedición de Planeta, no adolece del fresco histórico –Guerra Civil y hambre en la Andalucía profunda– que la censura sajó.

«Éste es un libro de amor a España y a este pueblo», señala el autor francés, devoto de este país «vital» que se reconocía entonces en Benítez. «Manuel hubiera sido un boxeador en Nueva York o un futbolista en Brasil; en España fue torero», asegura Lapierre. El Cordobés fue un matador excesivo, pero ¿experimentaba el miedo ante el toro? Dominique se lo preguntó, pero nunca lo supo con certeza. Eso sí, la vecindad con el torero le sirvió para extraer una lección: «Manuel era más toro en el ruedo, más animal, que el toro». El Cordobés quiso elogiar a sus dos biógrafos, «estos dos monstruos que me ayudaron mucho a darme a conocer en el mundo, hasta en la China». «Me dieron mucho y gané dinero, aunque no con el libro, del que no pedí nunca nada». Gracias a Collins y Lapierre, Benítez visitó hasta la Casa Blanca y conoció a los Kennedy.

Pero, además, el libro, aseguró el maestro, «me ha servido para conocer a mis padres», a quienes perdió en su infancia. «Les estoy muy agradecidos», afirmó. Dominique Lapierre responde a la perfección al calificativo de «best-seller» y con sus más de doce libros ha sabido crear un estilo reconocible y un formato original, hoy ya popularizado hasta la saciedad: la narración de la historia de un país o de un suceso histórico a través de sus protagonistas directos o indirectos. De ahí beben obras como «Arde París», «Esta noche, la libertad», «La ciudad de la alegría» o «Era medianoche en Bhopal».


«La historia de un título»
Durante la presentación del libro de Collins y Lapierre, el periodista Carlos Herrera destacó que los autores «hicieron muy bien una cosa que es difícil, titular en condiciones». El título del libro surge de una frase que Manuel Benítez «El Cordobés» dijo a su hermana en sus comienzos en el mundo del toro, cuando aún era un rapaz sin un duro: «O triunfo y me hago rico, o llevarás luto por mí». Aquel primerizo con los estoques se convirtió, andando el tiempo, en el torero más mediático de su época y el que más réditos económicos obtenía. Su fama como fenómenos de masas traspasó fronteras y Collins y Lapierre decidieron que «ahí había una historia».