San Francisco
Plácido tiene narices
No le gusta a Plácido Domingo hablar de récords, pero es consciente de que tiene la asombrosa capacidad de pulverizar uno tras otro. Si en el «Boccanegra» que cantó hace dos veranos en Madrid fue superándose en aplausos una representación tras otra (hasta llegar a los 52 minutos), ayer recordó que en el Teatro del Châtelet de París llegó a los 55 con «Cyrano de Bergerac»: «Que haya un minuto más arriba o más abajo tiene que ver con el momento y el sentimiento. El espectador de Londres, que dicen que es frío, te puede dejar helado con diez o quince minutos de vítores. Importa lo que sientas. No vamos a romper récords, sino a hacer que la gente se sienta a gusto y sea bienvenida y que el público reciba lo que se merece». Lo decía, seguro, con la boca pequeña, porque ya hay más de uno preparado cronómetro en mano, para tenerlo a punto mañana en el estreno de este «Cyrano» que a la presencia nariguda del tenor (Gerard Mortier confirmó que incluso con el apéndice nasal resulta atractivo) ha sumado el aliciente de contar con Ainhoa Arteta (de momento y por enfermedad de Sondra Radvanovsky, al menos en las dos primeras funciones).
Los bigotes de Ionesco
En el foso estará Pedro Halffter y la dirección de escena llevará la firma de Petrika Ionesco, que para Domingo ha puesto en pie «la mejor versión de la ópera de las que he interpretado», un regista rumano de larguísimos y finos bigotes que se siente en el Teatro Real como en casa propia y que según el tenor ha puesto en pie la mejor versión que haya estrenado el artista. Pedro Halffter recordó que debutó en la casa doce años atrás y dijo de la partitura que es «extremadamente difícil en lo vocal por sus agudos y por la complejidad de aprender las melodías. Es muy complicado coger el tono», aseguró. Cuenta Plácido que se topó con la partitura de Alfano husmeando en los archivos de la Casa Riccardi de Milán. Después escuchó una grabación de Ramón Vinay «y me maravilló la obra y la fuerza que tenía. La ópera está escrita en un momento muy específico y es contemporánea de Alban Berg y Schoenberg. Alfano nos regaló una obra maestra, melódica, inconmensurable, como la escena del balcón que conjuga lirismo, pasión y belleza». Domingo y su nariz superlativa se han visto ya en el Metropolitan, el Covent Garden, el Châtelet, la Ópera de San Francisco y el Palau de les Arts de Valencia. Y desde mañana y cuatro funciones más (13, 16, 19 y 22 de mayo), en Madrid. Como las representaciones estuvieron en vilo, dio las gracias a los trabajadores por desconvocar la huelga «porque podían haber hecho mucho daño y lo suyo ha sido un gesto de madurez», comentó.
Un medicamento para atajar la sífilis fue lo que provocó, según explicó Ionesco, que la nariz de Cyrano se convirtiera en un apéndice nauseabundo que fue necesario que cubriera con otra postiza. Él mismo, cuenta Domingo, según reza en la partitura, se mofaba de su defecto y decía que su nariz llegaba un cuarto de hora antes que él y que ni siquiera una mujer fea podría tener su amor. «Me impresionan su nobleza, honestidad y su lucha por la verdad. Es un hombre lleno de bondad que sabe hacer llorar», explicó el tenor antes de salir al césped. Y es que cambia el tono cuando habla de fútbol, vamos que le sale otra voz: «Llevábamos una sequía de tres años y ya era demasiado. Espero que el año que viene tengamos una liga más peleada y que gane de nuevo el Real Madrid, por su puesto. Que haya pelea, pero que ganemos la liga». ¿Es la ópera hoy, en tiempos de crisis, más necesaria que nunca? Respuesta afirmativa y rotunda a modo de cierre: «Y que no afecte nunca a la merma de la calidad, aunque haya que cortar por otro lado y aligerar el número de títulos». Después miró a su derecha y su izquierda y con la experiencia que le otorga dirigir un teatro de ópera dijo: «Tenéis que romperos la cabeza con los presupuestos». La frase iba dirigida a Gerard Mortier, director artístico del coliseo, y a Ignacio García-Belenguer, recién estrenado director general.
José Ferrer como modelo
Aunque descubrió la partitura en 2005, en su cabeza siempre estuvo el caballero a una nariz pegado que interpretó José Ferrer (en la imagen) y que le valió un Oscar en 1950. Asegura que se ha sentido próximo a la «conmovedora composición de un Cyrano profundamente sufriente y triste, muy cercano a mis sentimientos». El que interpretó también en la pantalla Depardieu en 1990 se convirtió en otra referencia. La obra de Alfano se estrenó en el Teatro Real de la Ópera de Roma en 1936.
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