España
Manos a la obra
Como adelantó Mariano Rajoy en su impecable discurso de la noche electoral, propio de un hombre de Estado, lo que toca ahora es ponerse a trabajar sin perder un minuto. Los socios europeos, que han saludado con esperanza la victoria del PP por mayoría absoluta, aguardan expectantes y confían en que no habrá parones ni tiempos muertos en la acción de gobierno. Nada nos sería más dañino que los mercados financieros, siempre atentos a las muestras de debilidad, barruntaran indecisiones o dilaciones en la gestión económica. De hecho, ayer, tanto la prima de riesgo como las bolsas se mostraron imperturbables a los resultados electorales; por el contrario, acusaron la amenaza de Moody's de rebajar la deuda francesa y las turbulencias que también zarandean la economía de EE UU. El mensaje nítido y urgente que conviene transmitir a Europa y a los inversores es que el PP no se duerme en los laureles y que está dispuesto a dejarse la piel desde el minuto uno para que España recupere su fuerza y credibilidad. De ahí que adquiera gran importancia la puesta en marcha del traspaso de poderes. No se trata tanto de dar acelerones, que pueden incurrir en precipitación, sino de mostrar seguridad y de escenificar que, por encima de las naturales diferencias políticas, Rajoy y Zapatero anteponen el interés de España a otras consideraciones. Que ambos líderes se reúnan hoy a tal fin es una muy buena señal. Que la siempre eficiente Soraya Sáenz de Santamaría sea la encargada de coordinar desde el PP los trámites del traspaso también es una buena decisión. En circunstancias normales, la liturgia de ceder el testigo es mera anécdota, pero, en la encucijada actual, es cuestión vital y categórica. España no puede repetir el mismo error que cometieron Papandréu y Berlusconi, que pretendieron ganar tiempo mareando la perdiz y pusieron a sus respectivos países a un milímetro del abismo, aparte de perder sus propias cabezas. Por otra parte, convendría que el próximo presidente del Gobierno cerrara en firme una agenda de contactos internacionales, empezando por nuestros socios más relevantes, con el propósito de avanzarles sus planes y primeras actuaciones. Es verdad que España trata de cumplir escrupulosamente con sus compromisos económicos y fiscales, pero no sobra que Rajoy lo garantice en persona a quienes comparten nuestra moneda y las mismas cuitas financieras. De ese modo también disipará las dudas que pudiera haber suscitado la acusación demagógica de la izquierda durante la campaña de que el candidato popular ocultaba las medidas económicas que pensaba poner en práctica. Por lo demás, la sociedad española aguarda con esperanza la hora en que Mariano Rajoy tome las riendas y sea un revulsivo para combatir la crisis con el concurso de todos.
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