Buenos Aires

Hugo Mújica tramposo silencio

De Hugo Mújica (Buenos Aires, 1942) se ha dicho, con acierto, que es un poeta con «silencio propio».

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Su «Poesía completa 1983-2004» (Seix Barral, 2005) muestra un despojamiento –hacia la palabra liberada de lenguaje– que en esta nueva entrega, incluso, se acentúa, con poemas aforísticos concebidos «como un relámpago/sin cielo ni trueno»; es más explícito en la celebración de la renuncia («la plegaria del abandono», «el vacío es el don», «soy lo que ya no espero»...) y en la voluntad de ascetismo: «Cuando el alma ya es carne,/cuando se vive desnudo,/todo el afuera es la propia hondura,/desde cada otro/se escucha el propio latido».

Y, sin embargo, una vez más, la predisposición al silencio no elude la tensa voz del rastreador, que lo tantea y apuntala; como si el blanco de la página mostrase también el dardo que lo imposibilita («la vida, esa derrota abrazada»). Acaso es ese aperturismo paradójico –razonador y desértico, minimalista y maximalista al mismo tiempo– la peculiar baza de Hugo Mújica, quien, más que poseer el silencio, lo acorrala y «trampea». Así, la renuncia franciscana que propugna se sitúa en un umbral que serviría también de pórtico al mismísimo Nietzsche: «Hay que adentrarse/en el desierto/para dejar atrás los espejismos»; «No hay otro lado, saberlo es el otro lado»...O, en fin, «ver no es abrir los ojos,/es arrojar a un lado el bastón blanco:/osar andar/sobre el saberse perdido».