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Murdoch

La Razón
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La prensa británica tiene la reputación, bien ganada, de ser la más libre (y de las más entretenidas) del mundo. Se regula mediante una comisión independiente (llamada Press Complaints Commission) de la que participan las empresas periodísticas y que responde a las quejas de los usuarios. Como es natural, sus recomendaciones no tienen fuerza de ley y ninguna empresa está obligada a pertenecer a ella. El escándalo protagonizado por los periodistas y los directivos de News Corporation ha demostrado que este mecanismo de autorregulación no funciona. Ya se ha abierto un debate en el Reino Unido acerca de nuevas formas de regulación de la profesión periodística. En vista de lo ocurrido, es un debate necesario, aunque quienes tengan la última palabra habrán de calibrar cuidadosamente las medidas que tengan que adoptar. La necesidad de cumplir con normas de ética profesional no debería ser, en principio, impedimento alguno para preservar la libertad de información y de opinión. Resulta exagerado lanzar un ataque preventivo contra cualquier intento de mejorar los controles, como ya ha empezado a ocurrir. También habrá que tener en cuenta la naturaleza del escándalo que rodea a News Corporation, en el que a veces resulta difícil distinguir entre el afán de justicia y el deseo de venganza contra Rupert Murdoch. Murdoch ha construido un imperio periodístico en el que se encuentran algunos de los grandes medios de comunicación que han articulado la opinión liberal y conservadora en Gran Bretaña y en Estados Unidos. Pecado imperdonable donde los haya. No es cuestión de defender a quien tiene medios suficientes para hacerlo por sí solo. Aun así, estaría bien que todo el mundo, en particular en nuestro país y en particular pensando en los múltiples casos de filtraciones judiciales, no menos escandalosas, se aplicara las mimas reglas que ahora exige para los demás.