Bruselas
Protectorado político
Hay algo que está cambiando en Europa por culpa de la crisis o gracias a ella. Algo que se resume en dos hechos recientes: el abandono de la corrección política al hablar de pasta –esa manera tan clara y «revolucionaria» con la que la Merkel se ha puesto a explicarnos a los griegos y a los españoles que los fondos que hay para ayudarnos «son habas contadas»– y la conciencia de la globalización, o sea la evidencia de que las tonterías económicas que se permite un gobierno pueden ser catastróficas para el conjunto y de que el agujero en el bolsillo de un señor de León puede provocar la caída del euro y hasta del dólar. Esto es lo que le han dicho a Zapatero los alemanes, los chinos y Obama en su famoso telefonazo.
Yo creo que estamos en el comienzo de una nueva era para la UE, que, de una concepción buenista de sí misma con banda sonora beethoveniana, ha pasado a inaugurar los protectorados económicos. Yo creo que el siguiente paso serán los protectorados políticos para los países que se pongan a jugar con otras cosas de comer como las secesiones territoriales internas, que también son capaces de desestabilizar el proyecto común, las monedas y las bolsas. El tiempo en que nuestros nacionalistas periféricos iban a decir bobaditas por el altavoz de Bruselas toca a su fin. No está lejos el día en que la postergación de un fallo del Constitucional reciba una eurobronca como la que nos hemos llevado por nuestro déficit y en que para hablar del Estatut haya que consultar al FMI.
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