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Liberales en la España de hoy

Esperanza Aguirre, Albert Boadella, Antonio Garrigues Walker, José María Lassalle, Gregorio Marañón, Soledad Puértolas, Carlos Rodríguez Braun, Fernando Savater y Mario Vargas Llosa

La Razón
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Esperanza AGUIRRE
Presidenta de la Comunidad de Madrid
De allí venimos
Mañana, nuestra «Pepa» por antonomasia, la Constitución de 1812, cumple sus primeros doscientos años. Y los cumple en plena forma y pletórica de salud. Es verdad que esa Constitución estuvo en vigor muy poco tiempo: en los últimos meses de la Guerra de la Independencia y en los años del Trienio Liberal (1820-1823), pero aún es más verdad que el espíritu que emana del texto gaditano ha inspirado durante estos dos siglos a todos los liberales españoles y, todavía hoy, nos sigue emocionando a todos los que creemos en la libertad como fundamento de la vida en común. Por eso me atrevo a afirmar que «La Pepa» goza de buena salud entre nosotros. Es emocionante recorrer artículo por artículo el texto que, hace doscientos años, proclamaron los representantes del pueblo español en la Cádiz sitiada por el ejército de Napoleón, y contemplar cómo la fe en la libertad les inspiró la Constitución de la Nación española, como la unión de ciudadanos libres e iguales. Probablemente ese espíritu liberal que inspiraba a los constituyentes gaditanos sólo ha llegado a hacerse realidad en los años que España lleva viviendo bajo el manto de la actual Constitución de 1978, la que más y mejor ha sabido interpretar el sentir de «La Pepa». Que la madre de la Constitución del 78, la Constitución del consenso, de la concordia y la reconciliación de los españoles cumpla sus primeros doscientos años, es un motivo de alegría para todos. Y, de manera especial, para los que nos consideramos liberales y directos herederos de aquellos españoles que supieron romper con el Antiguo Régimen, declarar que «la Nación española es libre e independiente, y no es, ni puede ser, patrimonio de ninguna familia o persona», y proclamar que la soberanía reside en la Nación, que es «la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios». Por todo ello, hoy más que nunca invito a todos a gritar: «¡Viva la Pepa!».

Albert BOADELLA
Dramaturgo
Individualidad
Ser liberal hoy en nuestro país es sentirse al margen de esas dos posiciones que tienden a crear en su entorno un clima dogmático con el fin de justificar el rifirrafe de ataque y defensa. Un liberal es esencialmente un antidogmático, podríamos de nuevo utilizar la proximidad al librepensador para acercarnos a una cierta idea de liberalismo en versión europea. Una manera de actuar que valore por encima de todo la individualidad y conceda al ciudadano los justos resultados de su propio talento, sin más tributos que la hacienda pública y sin más parásitos sobre las espaldas que los inherentes al animal humano. La igualdad de oportunidades que va gestándose en la Europa más desarrollada permite acercarse cada vez más a un concepto liberal de nuestra sociedad, con una fórmula, quizás simplista, pero eficaz: todos iguales en la línea de salida, y como decíamos de niños, m… el último.

Antonio GARRIGUES WALKER
Jurista
Libertad

Un liberal no sólo defiende las libertades, sino que pretende las liberaciones de todas las formas de poder, y no me refiero sólo a España. Los enemigos del liberalismo son los dogmatismos y los abusos de poder y los liberales sabemos que toda acumulación de poder tiende al abuso. Es verdad que hay confusión con el término liberal y mucha gente se aprovecha de ello, pero el liberalismo ha triunfado hoy en casi todos los terrenos: el problema es que no ha tenido poder político porque penetrar en el mercado político español requiere un esfuerzo titánico. El liberalismo defiende la economía de mercado. Pero no solamente. También la libertad en la religión, en la cultura, se es liberal en todo. La Constitución de 1812 es un momento bellísimo en el que se habla de soberanía, de libertad de prensa... Su influencia es muy importante, aunque la historia posterior es triste».

José María LASSALLE
Secretario de Estado de Cultura
España ilustrada

Lo que siempre ha defendido el liberalismo es anteponer la libertad responsable a cualquier otra consideración política. Ser libre, como decía Marañón, es una cuestión de carácter y la psicología liberal significa la defensa de la sociedad civil, de los derechos individuales, de la tolerancia y en general la creencia de que la persona tiene capacidad para poder decidir sobre su propia vida y sus marcos de desarrollo de la personalidad frente a los otros y el Estado. Lo mejor de la Constitución española de 1978 y de la Transición es heredero del pensamiento de 1812, que es la plasmación de una España ilustrada que desea afirmar la idea de nación y concordia frente a quien nos imponían su idea desde fuera y frente a los dentro, que mantenían un orden caduco. La grandeza fue que España rompió sus cadenas y se resistió heroicamente a que otros nos impusieran su idea de libertad».

Gregorio MARAÑÓN Y BELTRÁN DE LIS
Presidente del Patronato del Teatro Real
La verdad no tiene dueño

Ser liberal constituye mucho más que una ideología política o una escuela de pensamiento económico. Es una forma de ser y de entender la vida propia y la convivencia cívica. El liberal asume, ante todo, el compromiso con la libertad y, por supuesto, entiende que no hay libertad posible sin la correspondiente defensa de los derechos humanos y el ejercicio de la solidaridad social.
Desde esta libertad que defiende, el liberal considera imprescindible un marco socioeconómico que permita el desarrollo de la iniciativa privada. En una democracia liberal, la política no es una actividad privativa de los titulares de las administraciones públicas sino de todos los ciudadanos, que pueden ejercerla individualmente y de manera asociada. El liberal también preconiza, desde esta perspectiva, la libertad de los mercados, pero esta libertad exige que esos mercados estén, a su vez, debidamente regulados en función del interés público. Así, entre los aprendizajes definitivos de la crisis global que nos asola, figurará para siempre la experiencia de lo que sucede cuando los mercados financieros carecen de esta regulación.
Finalmente, el liberal sabe que la verdad no es patrimonio de nadie, tampoco de él, y respeta, por tanto, las ideas, las opiniones y las conductas que no coinciden con la suya, siempre que éstas no supongan un atentado contra ese sagrado principio de la Libertad que constituye su verdadera razón de ser y conforma su identidad.

 

Mario VARGAS LLOSA
Escritor y Premio Nobel de Literatura
Progreso
Como dije durante una conferencia en el American Enterprise Institute, el liberal que yo trato de ser cree que la libertad es el valor supremo, ya que gracias a la libertad, la humanidad ha podido progresar desde la caverna primitiva hasta el viaje a las estrellas y la revolución informática, desde las formas de asociación colectivista y despótica hasta la democracia representativa.

 

Carlos RODRÍGUEZ BRAUN
Catedrático de Historia del Pensamiento Económico
No agredir a nadie

Ser liberal significa no aceptar ni justificar la agresión de otro. Sea quien sea ese otro y sea cual fuere la justificación de su agresión. La base del liberalismo es que jamás podemos dañar al prójimo. La única excepción es cuando ese prójimo nos ataca antes. Sólo en ese caso, y en ningún otro, podemos usar la violencia. Y sólo podemos usarla para defendernos.
El liberalismo, por tanto, y al revés de lo que se piensa, no es una doctrina principalmente económica, sino moral y política. El mercado libre es sólo una parte del liberalismo, que los liberales defendemos porque defendemos el derecho de propiedad y el derecho derivado de contratar con nuestra propiedad voluntariamente con la propiedad de nuestro prójimo. Es verdad que el socialismo de todos los partidos, en la medida en que limita, condiciona e infringe más o menos la propiedad, y limita, condiciona e infringe más o menos los contratos, es antiliberal, pero no lo es por razones económicas sino, otra vez, por razones morales y políticas.
Esas razones morales y políticas de rechazo a la agresión, a la violación de la Justicia, al quebrantamiento de derechos y libertades, llevan a que el liberalismo no pueda ser motivo de negociación: nadie debe negociar ni ponerse de acuerdo con nadie para violar lo que es nuestro: nuestra persona, nuestros valores, nuestros bienes.
Y ahora ya puede usted llenar folios y folios enumerando las innumerables y bonitas excusas con las que desde cátedras, púlpitos y tribunas sin fin se alega que la libertad de cada uno está bien, pero hay que profanarla en nombre de la cohesión, el progreso, la igualdad, la justicia «social», la ecología y todo un amplio catálogo tras el cual se parapetan los antiliberales de izquierdas y derechas que, al cabo, lo que hacen es aplaudir la agresión.

 

Soledad PUÉRTOLAS
Escritora, miembro de Real Academia
Espíritu libre

Quién no se siente liberal. Es un buen adjetivo, muy potente, aunque yo no suela ponerme ninguno. Cada uno lo interpreta de una manera, aunque depende también de quién lo diga, cómo se lo adjudique, en qué contexto y tono. No suelo definirme como nada, pero si hablamos en términos de preocupación social, sí. Reitero que el contexto es el que circunscribe la palabra. De igual forma que si es lo opuesto a la idea de cercenar las libertades puedo ser liberal y reivindicar un espíritu libre, sin definirme en abstracto. Si hablamos de la Constitución de 1812, claro que es muy reivindicable en muchos aspectos el término y puede quedar mucho en mí de aquel espíritu, pero si piensas detenidamente, significa tantas cosas ser liberal que siempre hay que ser cauto.

 

Fernando SAVATER
Filósofo y escritor
Placer y libertad
José Bergamín decía que era liberal en todo menos en política y yo no estoy lejos de suscribir sus palabras. En líneas generales, creo que el Estado no debe inmiscuirse en los placeres de los ciudadanos o en sus devociones, pero debe protegerlos frente a las necesidades y los dos males que imposibilitan la democracia efectiva: la ignorancia y la miseria. Y me indignan quienes se proclaman liberales en economía y autoritarios en todo lo demás.