Impuestos
Con IVA o sin IVA por Jesús Fonseca
¿Aquién no le han hecho, o ha formulado esta pregunta alguna vez? Y, ¿cuál ha sido la respuesta? El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Dicho de otra manera: defraudadores somos todos; perdón, casi todos. La ley del embudo: «Lo ancho para uno, lo estrecho para los demás». Tengo serias dudas de que el IVA –un impuesto, por cierto, que ha aumentado cinco puntos en los dos últimos años– no hubiera subido si lo pagáramos todos en tiempo y forma. Pero tiene razón el ministro de Hacienda cuando afirma que sin economía sumergida no hubiera sido necesario subirlo tanto. Una afirmación de lo más pertinente que invita a reflexionar sobre nuestros tributarios pensares, haceres y sentires. Está claro que a los españoles nos queda un largo camino en la lucha contra el fraude fiscal y, de manera muy especial, en el ámbito del IVA. El que más contribuye, junto al IRPF, a la sostenibilidad de las administraciones públicas. Con tal potencia recaudatoria que cada punto de subida puede suponer un ingreso adicional de entre 3.500 y 4.000 millones de euros. ¡No está mal! Así que acierta el jienense, en su irónica y audaz reflexión, al echar la culpa a los defraudadores. Pero no tiene razón Cristóbal Montoro en que sea ésta la única vía posible en la sagrada causa de reducción del déficit. Pertenezco a esa inmensa mayoría de españoles que estamos más por reducir el aparato y eliminar gastos suntuarios que por elevar impuestos; algo que, se diga lo que se diga, detrae el consumo. La subida del IVA es la solución más fácil, y la más antipática también. Por dos razones: por una parte, encarece la vida y, por otra, para más «inri», supone un navajazo a todos los bolsillos. Así son las cosas, ciertamente. Razón de más para erradicar toda práctica de economía sumergida, impropia de un país civilizado. Se tiene que acabar el «con IVA o sin IVA». ¡Basta de cobardías y cinismo!
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