Historia
Indefinidos por María José Navarro
No sé si les he dicho ya que soy una rata. Inmunda, para ser exactos. Algunos de Vds., estoy convencida, acaban de confirmar sus intuiciones. Como si lo estuviera viendo: ya lo sabían. Pero habrá algún ingenuo suelto que se pregunte por qué una pobre señora con gafas se autodenomina rata inmunda. Bien, pues agárrense, que vienen curvas. Tengo un trabajo fijo y no lo quiero perder. No, no, si sé que no está bien tenerlo mientras tanta gente está en el paro, si no tengo vergüenza. Lo sé. Es más, les voy a contar ya lo peor. Si me echaran algún día, me gustaría que me pagaran cuarenta y cinco días por año trabajado. Lo sé, lo sé, soy lo peor. Con lo bien que yo viviría, por ejemplo, con contratos temporales, de interina, cobrando poquito, conociendo mundo, unos meses en el paro, otros currando. Tener un puesto de trabajo fijo, tal y como ha dicho el primer ministro italiano, Mario Monti, es muy aburrido. Es decir, que además de rata, inmunda rata, soy un pestiño de tía. También dijo Monti que hay que proteger menos al que está hipertutelado por tener un trabajo fijo, es decir que también soy una privilegiada. Pues nada, les pido perdón, miren. No me queda otra. Hombre, me queda pagar más impuestos de los que ya pago (eso sí, hasta que me pueda montar una Sicav y entonces me voy a reír un montón), echar más horas de las que hago, renunciar a tener vida personal y algún sacrificio más que seguro se les ocurre. Disculpen si les he faltado en algo, pero las ratas de contrato indefinido, somos así. Inmorales y egoístas.
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