Lisboa

Portugal

La Razón
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Leo en LA RAZÓN que al 45 por ciento de los portugueses le gustaría la unión con España. Me siento español por los cuatro costados y cada día que pasa estoy más enamorado de España, a pesar de muchos españoles. Pero de ser portugués, estaría con el 55 por ciento que no desea la soñada unión. El Rey Felipe II tuvo la oportunidad y la echó por tierra. Entiendo que la unión ibérica puede tener una justificación económica, pero sentimentalmente, los portugueses hacen bien en mirar con cierto reparo a los españoles.

Portugal, o lo que es igual, los portugueses, se opusieron mayoritariamente a convertirse en un «Estado de las Autonomías», imitando el modelo español. No querían el derroche del gasto público ni la implantación del feudalismo provincial. Portugal, o lo que es igual, los portugueses, no sufren el agobiante peso de los nacionalismos vasco y catalán. Portugal asiste preocupada a una respuesta preocupante. Con toda su Historia a sus espaldas, con toda la grandeza a sus espaldas, los portugueses más conocidos por los españoles son Saramago, Figo y Cristiano Ronaldo. Ignoro los motivos que tienen algunos, no pocos españoles, para considerarse superiores a los portugueses.

Portugal es una nación bien educada, cortés, amable con los de fuera, medida en sus pasiones, culta y con un bagaje histórico y artístico extraordinario. Han sido, junto a españoles e ingleses, los grandes señores de los mares. Ahí tenía que estar el centro de la Capital de España y Portugal, en la Plaza del Comercio de Lisboa, balcón al Atlántico y América. Los portugueses no conciben ni el recorte de su mapa ni la violencia activa o pasiva para conseguirlo. No hay portugués que reniegue de Portugal. Su transición a la democracia fue más problemática que en España. La romántica «Revolución de los Claveles» abrió las puertas de otra dictadura de signo contrario a la salazarista. Pero Portugal no es idiota, y pronto perdió fuerzas el comunismo prosoviético de Cunhal y compañía.

Tiene Portugal un conservadurismo y un socialismo ajenos a enfrentamientos del pasado. Curiosamente, más del setenta por ciento de los ciudadanos de esa República estarían felices con el Rey de España. Pragmatismo y sentimiento, no en vano el Rey y Portugal comparten los mejores recuerdos. El 31 por ciento de los españoles, un porcentaje notablemente más reducido que el de los portugueses, verían con buenos ojos la unión de España y Portugal. Ahí sí me encuentro a gusto, pero lo lamentaría por los lusos. No saben bien dónde se meten en el caso de que esa hipotética unión se realizara.

España es una nación formidable, la más antigua de Europa, pero de un tiempo a esta parte está habitada por una necedad imperante de difícil arreglo. Vuelvo a mi maestro Santiago Amón. «Desengáñate, que en España no cabe un imbécil más». Pues sí. Entre otros los que han pedido y los que han aceptado que en una cámara parlamentaria se derroche el dinero para que se hable en lenguas minoritarias teniendo la riqueza de un idioma común. Ahora viene un cordobés con complejo de charnego a hablar con traducción simultánea en el Senado. Cuídense, y mucho, los portugueses antes de decidirse. La economía manda, pero también otras cosas. Los valores, los principios, el respeto por la Historia, el patriotismo, la unidad y la convivencia. Como español, quiero ser también portugués. Pero como amante de Portugal, no les deseo a los portugueses que sean también españoles. Piénsenlo mejor, y que sea lo que Dios quiera.