Cataluña

Pamplona el contrapunto al nacionalismo por Patricia Navarro

La Razón
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Cataluña acaba de pedir el rescate. Justo cuando se cumplen dos años de la prohibición de los toros y cuando están en proceso de negociación las indemnizaciones. Sin tener las cuentas saneadas, Cataluña prohíbe dando la espalda a los gastos del proceso. Y ahora pide ayuda al Estado. Papá Estado, del que se quiso separar a cualquier precio, quitando de su estética, que no ética, el toro. El icono español, más allá de la Fiesta. Lo hizo minando poco a poco la afición. Primero prohibiendo la entrada a los menores de 14 años a los toros en 2003. Eso es erradicar pasiones arrancando la raíz. Gran parte de los aficionados nos deslumbramos por el toreo en la niñez. Y aún pasa. Bien lo sabe mi sobrina Lucía de siete años. Dos tardes fue a San Fermín y hubiera ido a la feria entera. Sin dramas. Sin secuelas. Con la emoción del espectáculo y la naturalidad de lo que ocurre, porque la muerte está en todos los sitios y cada día se nos presenta disfrazada en nuestra mesa. Delante de nuestros ojos y de nuestros niños. Cataluña prohibió, también, escenario de aboliciones con aires de modernidad, la construcción de plazas de toros. Un año después, en 2004 todavía, se declararía Barcelona ciudad antitaurina. La misma ciudad que protegió por ley, en ese mismo Parlament los «correbous», toros que corren por las calles con fuego en los pitones. La prohibición en sí fue puro protocolo. El trabajo estaba hecho. Tanto que el proceso, a través de la plataforma Prou, lo lideró el argentino Leo Anselmi. Y no le faltaron medios económicos. Es el primer año sin toros en la Monumental. Una obra arquitectónica cerrada, sin alma ni vida. Sumisa ante las nuevas circunstancias.

Por el mismo camino va Donostia. Esta vez ataque local. Bildu. Sobran las palabras y nos faltan todos los motivos para entender la nueva situación. Mucho más hiriente si trascendemos el tema toros. Ya han declarado y argumentado a través de la mentira que no quieren festejos. Y con el endeble sistema que tenemos para defender las libertades según qué casos, diremos también adiós a la Fiesta en San Sebastián. Pero no nos cobijemos en la mentira: a la gente no le interesan los toros, dicen. Las cifras avalan lo contrario, a pesar de que la gestión en muchos casos es dudosa. Reinvertir y fomentar son conceptos que se escapan en general en el empresario taurino. (Con honrosas excepciones). Y es un espectáculo caro. A veces, como en el caso de San Sebastián, desorbitadamente caro. Pero añade a las arcas del estado una cantidad tremenda. Ya lo dijo el profesor Juan Medina: la fiesta de los toros genera 970 millones de euros al año. Y eso antes de subir el IVA. Pamplona es ejemplo claro. La Casa de la Misericordia, la Meca, que organiza el espectáculo, ha fomentado la fiesta desde todas las perspectivas. Y sobre todo desde la naturalidad. El encierro nocturno, el encierro a las ocho de la mañana, la suelta de vaquillas, el apartado, los toros, la visita de los corrales. Y para los más pequeños, los encerrillos, el toro de agua, donde se repiten los mismos cánticos que españoles y extranjeros rezan a San Fermín cada mañana. Y el espectáculo funciona. Y se cobra. En plena crisis, con el país herido grave, en una situación lamentable, Pamplona ha saltado del lleno al lleno cada día, en cada espectáculo, desde las siete de la mañana. La segunda plaza más grande de España. 20.000 personas cada mañana, cada tarde, a mediodía. Eso es crear afición, y negocio. Identidad. Personalidad. Con los mismos argumentos que puede tener cualquiera, pero explotándolo. Si los americanos tuvieran la Fiesta de los toros entre sus señas de identidad, el toreo sería mundial. Que no nos engañen. O no de nuevo.