Miami

En el mundo del arte ya no mandan los artistas

Según «The Art Review», comisarios, coleccionistas y galeristas son los cien personajes más influyentes de la creación plástica. La presencia de artistas es casi testimonial

La comisaria de la Doumenta de Kassel, Carolyne Chrystov-Bakargiev, en la edición de 2012
La comisaria de la Doumenta de Kassel, Carolyne Chrystov-Bakargiev, en la edición de 2012larazon

Entre mujeres anda la lista o el juego, según como se mire. «The Art Review» ha publicado los nombres de las 100 personas más influyentes en el mundo del arte. Del año pasado a éste los primeros puestos han experimentado subidas y bajadas dignas de mención. Sí son todos los que están, pero no están todos los que son. La primera cuestión que se plantea es la confusión hoy entre poder e influencia. Que la nómina esté coronada por la directora de la Documenta de Kassel, cuya reciente edición concitó tantas filias como enconadas fobias, ha despertado suspicacias. «¿Quién es Carolyn Christov-Bakargiev?», se preguntan airados quienes no entienden cómo puede situarse por delante del director del Moma o de la Tate Modern.

Pagar por estar en la lista
«Me resulta increíble que esté la primera porque la Documenta de este año ha sido un verdadero fiasco», comenta el ex director del Musac de León, Rafael Doctor, a quien cuando se le inquiere por el listado de la discordia no se anda por las ramas y dispara en seco: «Me parece una absoluta idiotez. Es imposible hacer una nómina de poderosos del mundo del arte. Lo primero es saber quién la realiza y con qué motivos. En algunas de ellas se llega a pagar por formar parte, luego, ¿qué credibilidad pueden tener?, ¿si estás es que eres?, ¿si formas partes aumenta tu prestigio? Es falso», afirma sin pelos en la lengua. Dice Doctor que el mundo del arte está en manos de los grupos de poder que están relacionados con las ferias y los encuentros, tipo Basilea y Miami. «Quieren vendernos la teoría de que el arte es un todo, pero se trata de una falsa globalización porque siguen estando presentes los grupos de siempre. Y cuanto más exótica sea la lista, mejor. No hay un arte, hay muchos», señala. ¿Y el español, qué pinta? para Doctor, poco a nada: «No existimos porque no formamos parte de ese círculo. El año pasado figuraba Helga de Alvear, ¿por qué éste se ha caído? Es una galerista de prestigio. ¿Por qué está Chus Martínez? No representa al arte español para nada», se despacha.

Los galeristas aparecen muy bien situados: entre los diez primeros, tres se dedican a esta profesión: Larry Gagosian, Iwan Wirth y David Zwirner, un triángulo que Guillermo de Osma, con veterana galería en Madrid, define como estratosférico: «Sus montajes son alucinantes, sus galerías increíbles y sus ventas... millonarias. La estructura hace años era más sencilla y pequeña. Hoy no tiene nada que ver. Pero en el negocio, el galerista no puede ir solo, sino de la mano del coleccionista, el artista, el museo». Y apunta un dato: «El mercado contemporáneo está muy caliente y es especulativo. Cuenta con la complicidad del artista, al que no podemos dejar fuera como si se trata de un personaje puro, porque no lo es».
Para Juan Manuel Bonet, ex director del Museo Reina Sofía y al frente ahora del Instituto Cervantes de París, «España está casi ausente: no tenemos galeristas poderosos, nuestros museos no se encuentran en el circuito principal, y el coleccionismo nacional está menguando... En cuanto a artistas, sólo Santiago Sierra se asomó una vez, o sea, que casi mejor que no se acuerden». El responsable del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, Fernando Francés, comparte punto de vista y explica que «España atraviesa una crisis estructural, de concepto, de ataque permanente a nuestro país. ¿Por qué en el arte iba a ser diferente? No podemos vivir de Picasso, Ribera o Velázquez ni ocupar una puesto de cabeza cuando lo que manda es el poder económico. Tenemos un nombre, y casi de casualidad, entre cien». Le toca el turno a una artista, Dora García, representante de España en la Bienal de Venecia del año pasado: «El artista tiene el único peso relevante en el mundo del arte. Son ellos, nosotros, los que deciden el discurso del arte contemporáneo a cada momento. No sé si el arte español tiene proyección fuera, pero hay creadores españoles de nacimiento que trabajan, sobre todo, fuera de nuestro país. E imagino que eso quiere decir que cuenta», comenta. Cree De Osma que la presencia del artista tendría que tener hoy más peso porque es «el "number one", quien hace la obra y participa más desde el punto de vista del comercio de lo que generalmente se reconoce. ¿Cómo lo vamos a dejar arrinconado?», se cuestiona.
 En el mundo del arte las mujeres tiene una responsabilidad cada vez mayor.

En el puesto número 7 de la citada lista se sitúa Beatrix Ruf, al frente de la Kuntshalle de Zurich. En el 10 se cuela, al lado del todopoderoso comisario Hans Ulrich Obrist, Julia Peyton-Jones y sólo un puesto por debajo, Sheikha Al-Mayassa, directora de la Autoridad museística de Qatar (e hija de la bellísima y poderosa jequesa), que en febrero pagó 191 millones de euros por «Los jugadores de cartas» de Cèzanne. Es la mujer por la que Larry Gagosian (el segundo más poderoso) es capaz de abandonar una de sus numerosas galerías para compartir una cena. Para Bonet, «una lista de poderosos», es siempre algo tremendo. Lo primero que llama la atención, es que ésta es del mundo del arte, y sin embargo en ella ni la cuarta parte son artistas. En los años cincuenta no había listas así, pero parece evidente que ni Giorgio Morandi ni Yves Tanguy habrían estado en ellas. Significativo, y patético, que casi todos los creadores presentes lo sean del espectáculo –algunos, detestables–. Gerhard Richter sí, pero… ¡ni un solo pintor más! ¿Koons o Hirst son mejores que Alex Katz o Ed Ruscha? ¿Wolfgang Tillmans, mejor que cualquier otro de los fotógrafos alemanes? ¿Liam Gillick –que, por lo demás, me interesa bastante– mejor que Helmut Federle, Neo Rauch y Luc Tuymans?», se pregunta en voz alta.

Para Fernando Francés, lo importante hoy entre poder e influencia: «El artista puede ser influyente pero no tiene que ser poderoso. El historiador es quien debe poseer el criterio, quien ha de llevar el peso», asevera mientras cita el ejemplo incontestable de Ai Weiwei. ¿Y el poder de los comisarios? «Es efímero, tiene fecha de caducidad y no es equiparable al de los galeristas o los coleccionistas», comenta.