Pekín

La mafia entra en otra dimensión

Por primera vez recurren a la prostitución y al tráfico de drogas

Una mujer pasea por el polígono de Cobo Calleja, ayer, en Fuenlabrada
Una mujer pasea por el polígono de Cobo Calleja, ayer, en Fuenlabradalarazon

PEKÍN- Borre de su cabeza por unos minutos todas las escenas que le invoca la palabra «mafia». Olvídese de Don Vito Corleone, de Toni Soprano e incluso de «Scarface». Evite, por precaución, cualquier asociación con las sangrientas organizaciones rusas, e incluso con las triadas chinas. Una vez que se haya liberado de esa carga, piense en la cantidad de productos importados de China que ha comprado los últimos años. No sólo en bazares regentados por inmigrantes o en tiendas de «todo a 100», sino también en «top manta», mercadillos o incluso en grandes cadenas de distribución, supermercados y almacenes, muchos de los cuales se abastecen en mayoristas como los instalados en el polígono de Cobo Calleja, en Fuenlabrada. Ahora piense que una proporción de esos artículos entraron a Europa sin desembolsar en aduana todos los impuestos exigidos, ya que se colaron de contrabando o, más frecuentemente, fueron tasados por debajo de su valor real.

Una torre de billetes de 500
Tampoco olvide que muchos se vendieron después sin factura a minoristas que pagaron en metálico, algunos chinos y otros no. Para acabar, considere que una buena parte de los inmigrantes chinos prefieren ahorrar o invertir sus ganancias en su país de origen. Si ha tenido paciencia de ponerlo todo junto, habrá visualizado una montaña de dinero en contante, una torre de billetes de 500 euros que busca la manera más eficaz de viajar hasta China sin pasar por caja. Quédese con ello. Es la mejor imagen de lo que la Policía destapó ayer.
Habrá que esperar a que se aclaren muchos detalles que aún resultan muy borrosos, pero todo parece indicar que la actividad principal de la organización desarticulada era el lavado de esa montaña de dinero amasado con el negocio de la importación, un sector sobre el que se han erigido las principales fortunas entre la comunidad china en España.

El blanqueo suele tener lugar mediante dos métodos. El primero, enviando el dinero físicamente hasta China, tanto a lomos de «mulas» como embarcándolo en contenedores. El segundo, entregándoselo a ciudadanos españoles o europeos que, a su vez, necesitan blanquear capitales situados en paraísos fiscales. Estos ingresan el dinero en bancos chinos (por ejemplo haciéndolo pasar por inversiones). Y a cambio, facturan servicios inexistentes a las empresas creadas por la organización china o, directamente, se quedan con el efectivo en mano. No es tan diferente a lo que se hace en Occidente con el dinero que llevan décadas sacando de China funcionarios corruptos y empresarios deseosos de evadir el control fiscal en su país.

El «modus operandi» no resulta novedoso y menos en España, el país de la UE que más billetes de 500 euros acumula, con una economía sumergida que supone el 20% de PIB. Sin perder de vista ese contexto, algunos miembros de la comunidad china llevan años facturando parte de las ganancias de sus más de 50.000 negocios en negro y mandándolas a su país por circuitos ilegales. Tampoco es nuevo que dentro de la trama haya acusados españoles, algo que se repite casi cada vez que la Justicia sienta a inmigrantes chinos en el banquillo por asociación delictiva. El concejal de Fuenlabrada detenido, José Borrás, era uno de los políticos que con más ahínco ha defendido a los empresarios de Cobo Calleja. Durante una entrevista en su despacho el verano pasado, me aseguró que mantenía una «colaboración total con las asociaciones chinas» y me insistió en que «las buenas relaciones con los políticos son muy importantes para ellos».

Lo realmente sorprendente de esta operación es el volumen del tráfico y la implicación de personajes de la reputación de Gao Ping, a quien las filtraciones policiales indican como el «líder» de la «mafia», aunque queda por ver en qué consistía exactamente su papel. Su figura era una de las más respetadas dentro y fuera de la comunidad china y en la página web de su compañía aparece retratado junto a celebridades como el Rey Don Juan Carlos o el ex ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos. Su empresa llevaba años metiendo todo tipo de baratijas a España (tenía un catálogo de 10.000 artículos) y en los últimos años se había lanzado a la filantropía, no sólo promoviendo la cultura china en España, sino también al revés: sosteniendo una de las galerías de arte más prestigiosas de Pekín y pagando cientos de miles de euros para acercar a la capital del gigante asiático el trabajo de artistas españoles. Siguiendo un esquema que suelen desplegar los empresarios chinos para hacerse un hueco en las altas esferas, se mostraba generoso con quienes le rodeaban, cultivaba amistades de prestigio y se esforzaba por transmitir una imagen de transparencia y compromiso social.

La desconcertante aparición del actor porno Nacho Vidal en la presunta trama no es el interrogante más inquietante que se abre. Las acusaciones «secundarias» que ha cargado la Policía sobre esta «mafia china» lo son mucho más. Prostitución, extorsión, tráfico de drogas y tráfico humano son actividades a las que se han dedicado a menudo pequeñas bandas chinas de delincuentes: «mafietas» que, sin embargo, nunca aparecían relacionadas con las fortunas generadas por la poderosa industria importadora que se articula en torno a polígonos como el de Cobo Calleja, ni a sus trampas con Hacienda. Si se demuestra una conexión entre ambas cosas, el fenómeno entra en una escala diferente.

Los alrededor de 200.000 inmigrantes chinos que viven en España seguirán el caso con atención en los periódicos que editan en nuestro país. Su reputación, que llevan años intentando enderezar, podría sufrir un terrible revés.