Incertidumbre

La última encuesta del CIS volvió a situar el paro y la situación económica como la principal preocupación de los españoles. Hay razones sobradas para ello. Y no sólo por los más de cuatro millones de desempleados a nivel nacional y el millón andaluz, sino por la incertidumbre, porque después de más de tres años de vendaval económico no hay ni signos claros de cuándo comenzará verdaderamente la recuperación, ni compromisos firmes que contribuyan a la tranquilidad ciudadana. La incertidumbre sigue siendo el gusano de esta crisis. El que está en el paro no puede gastar lo que no tiene; y el que tiene, espera, no lo gasta. De ahí que el ahorro familiar, paradójicamente, se haya disparado a cotas históricas.
La proyección económica de la Junta para el próximo año es un ejemplo. La consejera de Hacienda y Administración Pública detalló el miércoles que a finales de 2011 habrá 24.000 nuevos ocupados. Lo que no garantiza ni siquiera que disminuya la tasa de paro –del 28 por ciento–, ya que depende de las nuevas personas que se incorporen al mercado laboral. Sobre el horizonte económico no hay más que cábalas de trazo grueso, asperjadas al aire como si fueran agua bendita. Va a llegar Navidad y el discurso del presidente ante las cámaras de Canal Sur se volverá a repetir. Manuel Chaves, en diciembre del «horribilis» 2008, se atrevió a pronosticar –fíjense el atrevimiento– que saldríamos de la crisis «más pronto que tarde». Griñán, en su debut televisivo de 2009, dijo que «saldremos pronto de la crisis» y ahora lo que se vende desde San Telmo es que estamos en la «rampa de salida». La rampa...¿De cuántos kilómetros es esta rampa? La gente de la calle –y los mercados– quiere que salga de una vez un representante político con un diagnóstico claro y concreto debajo del brazo. Que empeñe su palabra y asuma responsabilidades si no se cumple. ¿Cómo hubiera sido la agonía de los 33 mineros chilenos si no hubieran tenido la certeza de que en dos meses los iban a sacar de un pozo a más de 600 metros de profundidad? Lo único razonable que ha dicho Zapatero en términos económicos es que la crisis es un estado de ánimo.