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La Real falla y el Madrid no perdona

 Di María inventó un golazo, empató Tamudo y Ronaldo marcó el 1-2 con la espalda de Pepe 

Los jugadores del Real Madrid celebran el segundo gol de su equipo tras el lanzamiento de una falta por parte de Ronaldo
Los jugadores del Real Madrid celebran el segundo gol de su equipo tras el lanzamiento de una falta por parte de Ronaldolarazon

La Real Sociedad dispuso de las mejores ocasiones de gol, jugó mejor al fútbol, pero sólo fue capaz de transformar una. El Madrid, fatigado por el partido que disputó el miércoles contra el Ajax, se alió con la fortuna y venció. Di María inventó un golazo y el «odiado» Cristiano Ronaldo marcó el triunfo de rebote... en la espalda de Pepe. No mereció la Real un resultado así, pero la culpa fue suya, por perdonar Griezmann dos tantos cantados, y eso frente a equipos como el de Mourinho termina siendo letal.

 

La Real Sociedad no es el Ajax, es infinitamente mejor y la condición de recién ascendido no le resta méritos sino que se los multiplica. Temía Mourinho este encuentro porque presentía que la inercia ganadora donostiarra iba a crear problemas a su equipo. Así fue. Y no pocos.

 

Al principio el Madrid mostró la cara europea: ambición, dominio, velocidad, verticalidad, orden... Y así fue como puso el punto de mira en Bravo. Cristiano Ronaldo combinaba con Özil y el alemán rozaba el poste por fuera. De la Bella zancadilleaba a Higuaín y en Anoeta se mascaba la tragedia. En esos instantes de dominación, abrió un paréntesis Xabi Prieto, fue algo más que un aviso, una premonición. Centró el realista y Griezmann, solo delante de Casillas, cabeceó alto. Fue el primer gol que falló. Pensó que no volvería a disponer de una situación tan ventajosa. Tampoco acertó.

 

Hasta el minuto 22, cuando Khedira se torció el tobillo, la Real apenas se estiraba; prefería defender, hasta situarse y cogerle el tranquillo al partido. No tardó en descubrir sus posibilidades. Sólo tres minutos después Greizmann falló el segundo; fue un error incomprensible, iba de frente, ideal para chutar con la derecha y engañar a Casillas, y le burló, pero disparó con la izquierda fuera. En el graderío se cantó gol, lo pareció. El disgusto, sin embargo, no amilanó al equipo de Martín Lasarte, que aún fue capaz de crecer.

 

Aranburu y Rivas, muros de contención; Prieto, Zurutuza –fabuloso descubrimiento– y Griezmann, apoyados por Tamudo, un incordio, se apoderaron del centro del campo y del partido. Khedira y Alonso desaparecieron; Di María se retrasó para ayudarles y naufragó, como sus compañeros, incapaces de frenar las oleadas blanquiazules. Habían perdido la pelota y el control, estaban a merced de los ascendidos. Mourinho se hartaba de chicles y le costaba entender lo que sucedía. Lasarte lo sabía; había estudiado minuciosamente al rival y no sólo le plantaba cara, es que le discutía el balón y se lo arrebataba. «Mou» necesitaba el intermedio para reordenar las líneas, si no quería perder el partido que, de no haber sido por los dos errores de Griezmann, lo tendría cuesta arriba.

 

Otros detalles de la primera mitad, dignos de consideración, fueron los habituales pitos que Ronaldo recibe en cada campo, sin excluir ya el suyo, y su inadaptación a los encuentros tormentosos. No está ansioso sino perdido, desajustado y desesperado. Como Higuaín, quien apenas intervino; incluso Özil pasaba inadvertido. Parecía que el esfuerzo realizado contra el Ajax pasaba factura. A todos menos a Sergio Ramos, que reaparecía en perjuicio de Arbeloa.

 

Y volvió a rodar el balón. El Madrid salió otra vez a por todas, nuevo arreón; encerraba a la Real y buscaba el camino de la gloria, que encontró Di María. El argentino apareció por la banda izquierda, buscó el centro y disparó con la derecha al palo contrario. Entró por la escuadra y marcaba la diferencia entre una Real y otro Real: la calidad individual. Griezmann falló dos cantados y el argentino sacó petróleo de un lavabo. El anfitrión acusó el golpe y la grada elevó el volumen y el número de sus protestas contra Cristiano, imperturbable, como si no fuera con él la cosa.

 

En medio de la algarabía ocurrió que Tamudo remató de cabeza una falta lanzada por Griezmann. Estaba detrás de Carvalho y con su habilidad característica empató. Y en Anoeta, la locura. Resurgía la Real, rugía Anoeta como si fuera Atocha, gritaba más a Ronaldo y éste respondió con un golpe de fortuna. Lanzó una falta contra la barrera, dio en la espalda de Pepe y la parábola entró. En la bota derecha de «CR7» nació ese gol porque, pese a no pasar por sus mejores momentos futbolísticos –es como si no formara parte del equipo, pues sólo en contadas ocasiones combina con los demás–, jamás se esconde y marca aunque sea de rebote.

 

Ni con el 1-2 entregó la cuchara la Real, buscó el empate y Casillas lo evitó. Mourinho estaba rabioso por las facilidades defensivas de los suyos. El partido estaba roto, Carlos Martínez despejó el tercero a Ronaldo y el balón fue de un área a otro, hasta que terminó el partidazo. Anoeta no se lo creía.