Lugo

Iker Casillas ni un pelo de tonto por Jesus Mariñas

El guardameta del Real Madrid, Iker Casillas
El guardameta del Real Madrid, Iker Casillaslarazon

Está a punto de cumplirse un año desde que Iker Casillas pasase por el quirófano para hacerse un implante capilar. El que obró el milagro fue el doctor Eduardo López Bran, un lucense de acendrado galleguismo que profesa también un amor incondicional por mi Coruña natal, nunca A Coruña. Ese galleguismo lo inventó Fraga Iribarne, que era de Villaba (Lugo) como mi entrañable Antonio D. Olano. Este último nos sorprende ahora con una novela sobre Pablo Picasso en la que entremezcla la realidad con la ficción: tan pronto aborda la bisexualidad del pintor como introduce la canción de Serrat «Tío Alberto» –Alberto Puch, tío en la vida real de Arturo Suqué, marido de Carmen Mateu–.

Volviendo al cumpleaños capilar de Iker, Sara Carbonero ha sido su verdadero estímulo, nada que ver con la bíblica Dalila y el desafortunado Sansón. Más bien lo contrario: está satisfecho y ufano con los 5.000 cabellos que hace un año le implantaron en la Clínica Imema y que consiguieron mejorar esa frente tan privilegiada a la hora de quitarse balones de encima. Quizá estas navidades volvamos a descubrir a un Iker de cabellera más abundante y con la cara hinchada durante una semana, porque, si bien el trasplante de hace una año sigue firme y crece con vitalidad, en otras zonas la naturaleza ha seguido su curso y el guardameta continúa perdiendo cabello.

Todo esto como fondo a las alabanzas, plácemes y exaltaciones que seguramente recibirá Don Juan Carlos tras anunciarnos en la cumbre gaditana que tiene que pasar otra vez por el taller de reparación. La operación de cadera se repite –como Iker con sus trasplantes–, ya que no funcionó la primera intervención aun siendo realizada por Ángel Villamor y su equipo. A ver si supera así su andar robotizado, producto de un esfuerzo físico que se ha hecho patente en la cita iberoamericana, de la que es el verdadero adalid. Si el traspié del safari generó censuras y acritudes, podríamos ahora compensarlo con reconocimiento a su entrega al trabajo, que no todo son disparos ni elefantes en la vida del Monarca. Él nos ha conmovido con su gesto de comparecer ante la plana mayor hispanoamericana –políticamente convertida en iberoamericana para evitar suspicacias históricas– sin seguir las advertencias de sus médicos. Ojalá no se lo ahorremos.