Roma
Santa Mezcla
Estos días he tenido la suerte de estar trabajando en Roma, pateando calles y gastando suela, resbalando en mi propia baba, de reportera dicharachera, como la Rana Gustavo pero con más nariz.
Si Roma es un espectáculo, en los días previos a la beatificación de Juan Pablo II lo ha sido aún más. En Roma convive un poco de todo y siempre llama la atención la presencia constante y pacífica de la Iglesia en su vertiente más diaria, casi funcionarial: religiosos vestidos con los colores de sus congregaciones van de acá para allá, dando a la ciudad un aire de villa olímpica católica. Estos días he visto un franciscano de larga barba blanca y humilde hábito pardo llevando una mochila verde fosforescente y chanclas azules de playa.
He visto sacerdotes con porte de modelo de Emidio Tucci y tiendas de souvenirs en las que se ofrecen recuerdos del nuevo beato junto con camisetas de nuestros patrios santos paganos, Villa y Torres. Hay escaparates con casullas en oferta y camisas con alzacuellos de cromatismo audaz, banderas vaticanas compartiendo balcón con banderas arcoiris en la Via di Porta Angelica –quizás la calle con el nombre más bonito del mundo– y tenderos pakistaníes que atraen la atención del extranjero al sorprendente grito de «bunga-bunga», la herencia de Berlusconi. Todo esto convive en Roma en una armonía alegre y amable mientras muchos, algunos muy próximos y muy queridos, piden al nuevo beato por un bebé con valor de héroe. Gracias.
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