Europa

País Vasco

Rajoy: el hombre que tiene la solución por José María Marco

Rajoy: el hombre que tiene la solución, por José María Marco
Rajoy: el hombre que tiene la solución, por José María Marcolarazon

Mariano Rajoy pasó a encabezar la candidatura del Partido Popular en 2003 por su veteranía en el partido, por la probada lealtad a las posiciones del Gobierno, por la consistencia de sus actitudes y su capacidad para resolver situaciones difíciles sin alzar la voz ni provocar aún más problemas de los que tenía entre manos. Rajoy era el mejor político para gestionar la era post Aznar, que se presentía turbulenta porque estaba claro que ni los nacionalistas ni los socialistas iban a permitir fácilmente que el centro derecha se consolidara en el poder en España. España, en este aspecto, tenía que ser diferente. Y vaya si lo fue.

Los siguientes cuatro años fueron para el Partido Popular de Rajoy una travesía del desierto en la que se enfrentó a un ataque inconcebible en una democracia desarrollada, como fue el intento de hacer imposible la alternativa. Además, la excelente situación económica, herencia de los gobiernos del Partido Popular, permitió a Rodríguez Zapatero centrarse en una ofensiva ideológica destinada a crear de nuevas una España a imagen y semejanza del presidente del Gobierno. Rajoy resistió el envite con firmeza, empezó a adaptar el Partido Popular a la nueva situación y supo apoyar, con discreción, los movimientos sociales que la destructiva guerra cultural de los socialistas había desencadenado. Así se logró, en 2008, un auténtico triunfo: que el PSOE no consiguiera una mayoría absoluta con una situación económica boyante.

Ese éxito contribuyó, sin duda, a su decisión de continuar como líder de la oposición. Aunque los síntomas de la crisis ya empezaban a verse, lo peor estaba por llegar. Desde entonces Rajoy diseñó su propia estrategia. Denunció una situación desastrosa, agravada por la arrogancia y la ceguera de un Gobierno empeñado en negar la realidad y en aplicar luego las peores soluciones posibles. Al mismo tiempo, siempre ofreció al Gobierno su apoyo en el caso de que desistiera de su actitud. En mayo de 2010, cuando llegó la rectificación, el PP de Rajoy estuvo listo para anteponer los intereses nacionales a cualquier otro, como se demostró en la negociación sobre la reforma constitucional. Lo mismo había ocurrido en otro campo, en el País Vasco, donde el Partido Popular ha asumido, con su apoyo a los socialistas en el gobierno autonómico, uno de los papeles más difíciles y desagradecidos que sea posible imaginar.

Rajoy se ha revelado en estos años un hombre con las ideas claras, capaz de tomar decisiones complicadas y diseñar una estrategia que requería temple, prudencia y visión de futuro. Se ha rodeado de un equipo de personas, muchas de ellas jóvenes, que han alcanzado en estos años un merecido grado de veteranía. Es un hombre experimentado, lo que vendrá bien a una política española que desde la Transición ha estado casi siempre –y no siempre para bien– en manos de gente joven. En momentos críticos como los actuales, ha llegado la hora de detener un cierto vértigo que acompaña a nuestra democracia desde que nació, en los años setenta.

Esta madurez se verá reflejada también en la disposición al diálogo y a la transacción de la que Rajoy ha dado muestras sobradas. No parece que el PSOE, por muy dura que sea la posible derrota, vaya a revisar su radicalismo. La España que hereda el PP de Rajoy, por otra parte, está más dividida que nunca. Por eso mismo un hombre centrado, de probada honradez, con autoridad para pedir sacrificios y proponer (y negociar) soluciones nuevas es la mejor garantía para recuperar la confianza y volver a ser lo que no tenemos que dejar de ser nunca, uno de los primeros países de Europa, capaz de servir de ejemplo en el mundo que saldrá de la crisis.