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Dinero público

La Razón
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Muchos altos cargos del Gobierno socialista son amantes del lujo, de la buena vida y del despilfarro y lo demuestran cada vez que tienen ocasión. Ahora ha sido Pere Navarro y antes hicieron lo mismo Manuel Chaves, Rodríguez Ibarra, María Antonia Trujillo y, entre otros, el ministro de Justicia, Francisco Fernández Bermejo, que se hizo un megadespacho y más tarde se vio obligado a dimitir cuando le pillaron en una cacería con el juez Baltasar Garzón y sin licencia para cazar.
El director general de Tráfico cuyo conductor perdió seis puntos y mil euros por ir a una velocidad superior a la permitida, con Navarro en el interior del vehículo, no hubiera jugado a las «casitas» si el dinero hubiera salido de su bolsillo. Pero ya sabemos que para algunos socialistas el dinero público no es de nadie (Carmen Calvo dixit). Caprichoso es el calificativo más suave que se le puede adjudicar a una persona que en cuatro años reforma dos despachos en la misma calle de Madrid, Josefa Valcárcel.
No lo habrá hecho porque no le gusta el barrio o por razones de seguridad o cualquier otro argumento racional. Ha dado trabajo a unas cuantas personas del gremio de la construcción durante unos meses porque disparaba con pólvora ajena; de lo contrario, se habría quedado quieto en el primer despacho que reformó en 2007, a escasos metros del primitivo al que acaba de regresar.
Y luego está el capítulo precio un auténtico disparate: casi un millón de euros. Por mucho que lo haya fraccionado para no tener que rendir cuentas, ese dineral en una reforma de un piso no lo gasta nadie en sus cabales ni poniendo en el baño mármol de Carrara. Y una última cosa, que diga donde le han cobrado 10.000 euros por unos estores. Es para no ir.