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Mali: Rebelión con toque francés

Mali: Rebelión con toque francés
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Mientras los soldados amotinados del capitán Sanogo se dedicaban al pillaje de Bamako –los aparatos de aire acondicionado parecen ser de lo más demandado–, los rebeldes tuaregs aprovechaban para ganar terreno en el norte y poner cerco a la ciudad de Kidal. Prácticamente no hay combates desde que el batallón del Ejército maliense que protegía el campo atrincherado de Amachach, en la frontera con Argelia, desertó y se replegó hacia el sur sin pegar un tiro. Ahí, sin duda, está el origen del golpe de estado del capitán Sanogo: se ordenó a su unidad que partiera hacia la batalla y los soldados se negaron. Más que la falta de armas modernas y munición, más que el pobre entrenamiento y los bajos sueldos, lo que pesó en el ánimo de los militares fue la imagen de sus 40 compañeros pasados a cuchillo en el fortín de Aguelhok. El clarín que declaraba una guerra sin cuartel que ya ha hecho huir de sus hogares a más de cien mil civiles.

La extraña alianza de Al Qaeda y los tuaregs
El sueño de los Tuaregs, siempre en rebelión, siempre derrotados, parecería a punto de cumplirse: crear la «República de Azawad», en un desierto de un millón de kilómetros cuadrados entre Mauritania y Níger.

El problema es como transformar un «agujero negro» en un país viable. Un país que, además, nacería de una extraña alianza: la facción laica que comanda el coronel Mohamed Ag Najem, y los islamistas que siguen a Yyad Ag Ghaly.

Ambos son viejos conocidos. El coronel Najem ronda la sesentena y vio morir a su padre en la rebelión de 1963. Con veinte años se unió al Ejército de Gadafi y combatió en Líbano y Chad. Participó en la segunda rebelión, la de 1991, que acabó en un acuerdo de paz. Volvió a Libia rumiando traiciones. La revuelta contra Gadafi le sorprendió como jefe del destacamento de Beni Walid. Al frente de sus tuaregs se batió con ventaja frente a los rebeldes. Pero cuando los gadafistas perdieron Trípoli comprendió que la derrota era sólo cuestión de tiempo. Negoció con Francia una salida para él y sus hombres: entregarían Beni Walid a cambio del permiso para regresar a Mali. Un largo convoy, cargado de armamento, les devolvió a su país a través de Níger.

Esto fue en septiembre de 2011. En enero de este año, el coronel Najem declaró inaugurada la nueva rebelión. Pretende una república laica, socialista y democrática.

Su aliado, Ag Ghaly, también es veterano de las revueltas del 91, pero, a diferencia del coronel, él se implicó en las negociaciones de paz y llegó a tener cargos en el Gobierno de Bamako que, por supuesto, no cumplió ninguna de las promesas hechas a los tuaregs. Ahora es salafista, colabora con los terroristas de Al Qaeda para el Magreb y pretende una república islámica, regida por la «sharia».

Estos son los hombres que han puesto en jaque al Estado de Mali y han dado la excusa para el golpe del capitán Sanogo. «Reinan» sobre un inmenso territorio sin ley, donde toda ilegalidad tiene su asiento y es santuario del terrorismo islamista. Sin duda, sueñan con crear una nación, pero, seguramente, sólo conseguirán otra guarida de piratas en el bajo vientre de Europa.

 

Se reanuda la caza de un asesino de masas
Joseph Kony, jefe del autodenominado Ejército de Resistencia del Señor, viene sembrando el terror en Uganda y países limítrofes desde finales de los años 80 del pasado siglo. Especialista en reclutar niños para convertirlos en máquinas de matar, llevaba unos años olvidado, oculto en las selvas remotas del Congo. Un golpe de mano de vez en cuando, una aldea pasada a cuchillo, daba cuenta de su existencia. Hasta que una peculiar ONG, «Invisible Children», lo convirtió en el «asesino del año» con una eficaz campaña por internet. Desde ayer, 5.000 soldados de Uganda, Sudán del Sur, República Centroafricana y Congo, coordinan sus esfuerzos para atraparle. Tienen el respaldo político y económico de Naciones Unidas. Por fin.