Afganistán
La historia del francotirador que mató a dos taliban con una bala
Vasili Záitsev, el más legendario de los francotiradores soviéticos, tiene su película. Tom Potter y Mark Osmond, sargento y soldado, repectivamente, del Ejército británico, su propio libro. Záitsev mató, según el cálculo más conservador, a 150 alemanes en la batalla de Stalingrado. Potter y Osmond, 75 talibanes en apenas 40 días. Algunos de ellos, a más de un kilómetro de distancia. La prensa y un libro los han encumbrado a la categoría de "héroes nacionales".
La Guerra de Afganistán y la invasión de Irak han proporcionado a la opinión pública británica un buen puñado de héroes y relatos épicos de los de antes. Como el de los soldados del tercer Batallón de Paracaidistas, "valientes entre los valientes", que se ofrecieron como señuelo para desenmascarar la posición de un francotirador taliban que había matado a dos compañeros y herido a otros seis.
O de la crónica que ahora nos ocupa, que comienza así: "En una polvorienta carretera de Afganistán, soldados británicos inspeccionan los cuerpos de dos talibán muertos. La mira del cañón de una escopeta al estilo de James Bond ofrece alguna explicación de lo que acaba de ocurrir en la extremadamente peligrosa provincia de Helmand. Pero no es suficiente para desvelar por completo la sorprendente historia del momento exacto en el que un francotirador británico, desde una distancia de 196 metros, necesitó sólo una bala para matar a dos insurgentes que escapaban en una motocicleta".
El francotirador al que alude el relato periodístico responde al nombre (o no) de Mark Osmond. Tiene 25 años, una paciencia acreditada y mucha, mucha puntería. Junto a él, camuflado en medio del desierto, el sargento Tom Potter, de 30 años. Entre los dos mataron, en poco más de mes y medio, a 75 enemigos talibanes. 44 el primero; 31 el segundo.
Su historia, desconocida hasta ahora, ha salido a la luz gracias a un libro del escritor Toby Harnden, "Dead Men Risen", en el que se relata la rutina diaria de los dos francotiradores durante 40 días del verano de 2009 en la remota base de Shamal Storrai.
Lo único que es mentira de lo que allí se cuenta es el nombre de los dos protagonistas, cambiado por razones de seguridad. El resto pretende ser "la historia real de la guerra británica en Afganistán".
Los dos insurgentes taliban, muertos de un disparo
Cobrarse dos muertes con una sola bala (en este caso, dos enemigos que huían en una motocicleta) es tan inusual que la "hazaña"es conocida en el mundo de los francotiradores como un "quigley", en referencia al western de 1990 "Quigley Down Under"(en España "Un vaquero sin rumbo"), en el que el personaje encarnado por Tom Selleck se anota semejante tanto. Lo mismo que Osmond.
"El 12 de septiembre, un comandante talibán conocido apareció en la parte trasera de una motocicleta con un acompañante –relata en su libro Harnden-. Osmond hizo disparos de advertencia con su pistola y luego tomó su L96, la misma arma - número de serie 0166 - que había usado en Irak y en cuya culata había escrito: Te quiero 0166 (…). De forma deliberada disparó un solo tiro. La moto cayó y con ella los dos hombres, que quedaron inmóviles en la carretera. Cuando la patrulla británica acudió al lugar confirmó que ambos habían muerto cada uno con un agujero en la cabeza. La bala de 7,62 mm Osmond había disparado había pasado por las cabezas de los hombres. Había logrado la rara proeza de `un disparo, dos muertes´".
"Los francotiradores utilizan silenciadores, lo que reduce el sonido de la explosión. Con una bala que viaja a tres veces la velocidad del sonido, es poco probable que la víctima escuchara nada antes de morir", recoge Harnden en su libro, publicado parcialmente por el diario Daily Telegraph.
Disparos de rifle a 1.400 metros de distancia
El "quigley"de Osmond es lo más llamativo del libro, pero hay mucho más. Sorprendente es también que la mayoría de los muertes se produjeron con disparos a una distancia de 1.200 metros, o que incluso Potter alcanzara a un talibán a 1.430 metros. O que en apenas dos horas abatieran, uno tras otro, a ocho insurgentes.
El comandante de la compañía, el mayor Mark Gidlow-Jackson, define a Potter y Osmond como el "epítome del pensamiento del tirador", y destaca que "sabían perfectamente las consecuencias de lo que estaban haciendo y eran muy comedidos. "Los dos están dedicados por entero al arte del tiro. Son tranquilos, hablan de forma pausada y son absolutamente encantadores. Dos de mis mejores hombres de la compañía en la misión más peligrosa".
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