Berlín
Un cante por Enrique Morente
Reuimos a Mauricio Sotelo, el compositor más flamenco, y a Arcángel, su discípulo aventajado, para hablar del homenaje que le rendirán el miércoles en el Teatro Real.
Resulta fácil loar al que ya no está, pero hay piropos que fueron repetidos muchas veces en vida, incluso en forma de trabajos discográficos. Mauricio Sotelo, compositor rabiosamente contemporáneo, se apoyó en Enrique Morente para acercarse a lo jondo, una aproximación sobre la que ha edificado el armazón de su carrera posterior. Desde entonces pasó de ser un autor «de ruiditos» a un «lolailo», según le reprochan algunos de sus alumnos. Ha llevado el flamenco a los templos de la música contemporánea sin desvirtuarlo, donde es recibido con grandes ovaciones. Él articula este homenaje al cantaor del Albaizín en una obra, «Muerte sin fin», en la que el cante, el baile, la música contemporánea y la poesía flotarán revueltas sobre el escenario del Teatro Real el próximo miércoles, la primera ocasión en que el festival Suma Flamenca traspase los muros de la ópera de Madrid.
Trasgresión desde el conocimiento de la tradición. Si algo tienen en común Sotelo, Arcángel y Morente es haber emprendido otros caminos tras haber estudiado la raíz. Contaba Morente: «Me di cuenta muy pronto de que lo más importante era el cante grande. Eso no era cosa de gente joven, pero era lo que me gustaba: tarantas, malagueñas, soleares, peteneras... Y dediqué mucho tiempo a estudiar la tradición, que para mí es decisiva». Luego participaría en festivales de música indie junto a Lagartija Nick o incluiría mensajes de contestador en algunos de sus discos. «Cuando uno quiere cambiar las piezas del puzle, como Sotelo, lo hace con el conocimiento de los dos mundos: la tradición flamenca y la música contemporánea», comenta Arcángel. Para el cantaor, Sotelo respeta los cantes tal cual, pero modifica el acompañamiento. El compositor afirma que «no se trata de modificarlo, sino de analizarlo como si fuera con un microscopio».
Y prosigue: «El concepto de afinación ha cambiado. Por ejemplo, el primero que afina una guitarra es Paco de Lucía, que da un vuelco a la interpretación de ese instrumento flamenco». Alaba que Arcángel conoce la tradición, «pero además tiene un oído prodigioso. En este momento no hay un cantaor que llegue a las cotas de excelencia de él». Precisamente fue Morente quien puso en comunicación al cantaor y al autor. Morente y Arcángel coincidían en que «el flamenco tiene una estructura abierta y la recreación es lo más importante, en cada cante recreamos a otros y a nosotros mismos». La inexistencia de partituras y la transmisión oral de esta música es trascendental para Sotelo y lo que hace de este universo sonoro algo tan actual: «El texto se recrea en el instante y por eso es tan contemporáneo».
La reacción del purismo. Sus avances en el mundo del flamenco no suponen fusión, la palabra mágica durante los últimos años, sino recreación. La primera experiencia conjunta de Sotelo y Morente fue en la Semana de Música Religiosa de Cuenca de 1993, donde rescataron una práctica jonda ya olvidada que titularon «Responsorio de tinieblas». Después el autor promovió al cantaor como Premio Nacional de Música, para lo que tuvo que derribar muchas barreras en el mundo de la música llamada culta. «Hay gente que, para saber dónde situarse, necesita un canon muy fijo», razona el cantaor, justo la filosofía contraria a Morente. Sotelo prefiere citar a Eduard Punset: «Debemos aceptar que no hay respuesta para todo y eso nos enseña incluso la ciencia».
El horizonte «morentiano»: «Enrique es el ser más generoso que he conocido en mi vida», apunta Sotelo, y le interrumpe Arcángel, que acaba de poner a su hijo recién nacido Enrique, en homenaje al maestro: «En el arte y en la vida». «Como no era nada dogmático no marcó por donde había que ir, pero sí mostró un horizonte», vuelve a apuntar Sotelo que, de nuevo, tiene réplica en Arcángel: «Hasta su trabajo más adelantado, "Omega", en el que trabaja con el rock, pueden reconocerse sonidos de la tradición. Morente creó un universo sonoro tan reconocible como e sonido de la alarma de cualquier casa».
«Muerte sin fin», el homenaje: El título corresponde al poema del mexicano José Gorostiza, uno de los preferidos del fallecido cantaor granadino y, para Mauricio Sotelo, «una de las obras maestras en lengua castellana». «Este poema fue tema común en el bar Candela durante muchos años», recuerda el compositor. «No ha sido algo oportunista», subraya Arcángel, que asegura que Morente fue «el primero en echarle cuenta a Sotelo» dentro del universo flamenco. Además, participarán el actor Juan Diego, que pondrá voz a algunos versos del poema, que también vibrarán en la voz de Arcángel, en el baile de La Moneta, la guitarra de Cañizares y la flauta de Roberto Fabricciani.
El divorcio con el público. El espectáculo se estrenó en la Bienal Flamenca de Amsterdam, donde despertó gran expectación; sin embargo aún quedan bastantes entradas sin vender en el Real, ¿es por el prejuicio contra la música contemporánea? «Es una cuestión de educación. Pero no solo se trata de que papá Estado deba preocuparse por todo, también es una cuestión individual. ¿Cuántos jóvenes quedan los fines de semana en Madrid para ir a la ópera y luego salir? Pues en Amsterdam o en Berlín sí». Tercia Arcángel diciendo que, en ocasiones, son los propios artistas quienes quieren conservar el halo de que para entender su arte hay mucho que estudiar, una manera de «justificar cuando ciertas cosas fallan». Y con estas se pierden en los laberínticos pasillos del Real, que aún queda mucho que ensayar.
El detalle. «El Público», nada lorquiano
Sotelo empleará sus próximos tres años concentrado en Berlín a preparar el encargo que ha recibido de Mortier: trasladar «El público», la compleja e inacabada obra de Federico García Lorca a una partitura operística. «Siento un agradecimiento inmenso porque él ha meditado mucho este proyecto y ha creído que el único que podía llevarlo a cabo era yo», dice. El compositor, que cuenta con Arcángel e Israel Galván, ente otros para el estreno, advierte que al tratarse de una obra tan «fragmentaria y misteriosa», tendrá poco o nada que ver con «estándar lorquiano», es decir, que no será folclórico.
Ni hablar de fusión
Después de leer el texto anterior habrá quien piense que se trata de un nuevo experimento de fusión, la palabra mágica asociada al flamenco en los últimos lustros. «No, nada de fusión», repiten los dos juntos y por separados. Y argumentan que poco o nada tiene que ver introducir unos acordes de jazz en una melodía flamenca con «recrear la tradición». Lo que canta Arcángel cuando es contratado por Sotelo son las mismas seguiriyas y bulerías que entona en sus conciertos con guitarra flamenca. También el compositor aprovecha para sus partituras esa voz añeja que luce el onubense. Ahora, cantar fandangos por derecho no está reñido con que le acompañe el trío arbós (piano, violín y violonchelo). Lo mismo que se puede ser flamenco, como Arcángel, y hacer pesas en los ratos libres.
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