Galicia

La isobara ideológica

La Razón
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No le veo sentido a los nacionalismos por muchas razones. Sobre todo, me horroriza que los nacionalistas aleguen diferencias culturales para defender una identidad propia que a menudo supone la exclusión sectaria de las otras. Un tipo de Arizona no es igual que otro de Alabama o de New Hampshire, pero eso en Estados Unidos no se considera razón suficiente para romper con Washington. Más que un motivo de discordia, la diferencia es allí un aliciente para la convivencia, del mismo modo que la distancia geográfica hace siempre más apetecible y más exótica la aventura de cualquier viaje. Yo más bien creo que las diferencias no son políticas, sino medioambientales, y que un gallego si es diferente de un andaluz no es sino por pertenecer a una isobara distinta. Me parece despreciable que alguien alegue el idioma como una diferencia sustancial, cuando cualquiera sabe que un sordomudo asturiano si es distinto de un sordomudo catalán no será por las particularidades culturales, sino por los valores del clima. Yo tengo un concepto climático de la patria y se trata de una idea sin duda flexible, algo que depende del termómetro más que de la política. Lo que pasa es que medir la identidad por la temperatura media no da prestigio intelectual porque está más cerca del turismo que de la filosofía. Creo haber reconocido una etapa nacionalista en mi vida. Supongo que era demasiado joven y que el nacionalismo era una excitación maravillosa en un momento en el que no era fácil liberar de otro modo la libido. Luego leí un libro en el que alguien decía que a veces el clima es más determinante que cualquier otro pensamiento y pensé que aquel ensayista tal vez tuviese razón, aunque sus argumentos no le acarreasen precisamente prestigio. Como no necesito hacer méritos para un prestigio político del que sinceramente prefiero carecer, no me importa admitir que no es en los foros doctrinales donde hay que medir la pulsión nacionalista, sino en la consulta del reumatólogo. Yo comprendo que a los apóstoles del redentorismo nacionalista estas cosas no les gusten, pero mi conciencia me pide reconocer que así como a mí el hecho diferencial cuando era más joven se me revelaba por el idioma, por el folclore, por la gastronomía… ahora… Bueno, ahora, sinceramente, ahora se me manifiesta sobre todo cuando llega enero y por culpa de la humedad diferencial en Galicia tienen flujo las ingles de las estatuas y crece el musgo hasta en el fuego. Como me dijo una buena amiga andaluza, «la verdadera clave del nacionalismo no está en el corazón, cariño, sino en la bufanda». Supongo que mi amiga habría compartido conmigo la idea de que a veces el nacionalismo tiene los mismos síntomas que el reuma.