Derechos Humanos

Los otros indignados

La Razón
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Los «indignados» del 15-M han conseguido indignar al resto del mundo. Este movimiento sin identidad, sin nombre, apellidos ni postulado ha dejado de ser un una especie de floración reivindicativa romántica para convertirse en mosca cojonera que molesta a todo el que se le pone por delante, algo así como unos alborotadores sin fronteras, empeñados en que la calle sea de ellos y la Puerta del Sol la meca de la okupación de los lugares públicos. Quieren hacer del Kilómetro Cero la simbología de una acampada anárquica, expresión de que un Estado de Derecho deja de serlo cuando no se garantiza el derecho de todos a la libre circulación y a la seguridad.
Estos alborotadores sin fronteras están dejando en el caprichoso camino de sus protestas a otros indignados por los efectos colaterales de sus acciones. Son los miembros de la Policía, insultados, ridiculizados, provocados e indefensos ante la decisión política de contemporizar y limitarse a ser hombres de uniforme con licencia para intimidar, pero sin actuar con la contundencia necesaria. Indignados son los madrileños y visitantes que se encuentran con una Puerta del Sol tomada por la Policía para evitar el asalto de los del 15-M. Indignados se sienten aquellos viajeros que no han podido utilizar el Metro y el cercanías hasta Sol por culpa de las medidas de seguridad. Indignados están aquellos conductores que se ven sorprendidos en cualquiera de las arterias principales de la ciudad por los cortes de circulación, perpetrados por los alborotadores sin fronteras. Indignados quienes ven estrangulada su libertad a moverse libremente por una ciudad que es de todos y que unos cuantos, algunos llegados desde otras latitudes, quieren hacer suya y de sus caprichos. Indignados estarán aquellos que en un principio alentaron cierta esperanza en este movimiento inconformista y que ahora se sienten defraudados porque no ha sabido canalizar esas inquietudes a través de una organización democrática que participe legalmente en la vida pública de nuestra sociedad. Pero especialmente indignados están esos comerciantes que sufren en sus ventas y en sus delicadas economías los efectos de los chicos del 15-M. Y la cosa no ha terminado, porque a alguien no le interesa que termine antes del 20-N.