Extrema derecha
Bruni y Giulia de vuelta a casa
Sarkozy tampoco acompañó a su mujer a la salida del hospital
Sola llegó y sola se marchó. Carla Bruni abandonó a primera hora de la tarde de ayer la clínica parisina de La Muette, en la que el pasado miércoles dio a luz a la pequeña Giulia. Ni entonces ni ahora la primera dama estuvo acompañada por su esposo, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que tampoco pudo asistir al nacimiento de su primera hija por imperativos profesionales.
Tres importantes momentos en una paternidad a los que ha tenido que renunciar por atender a las exigencias de la canciller alemana Angela Merkel, con quien en las últimas semanas forma una suerte de forzada «pareja de hecho», obligada por las circunstancias a superar sus desavenencias para hacer frente a la grave crisis de la deuda que atenaza a la zona euro. Quizá por eso y para limar las asperezas en el plano personal, la dirigente germana tuvo ayer un gesto de cariño. No con el presidente Sarkozy, sino con su recién nacida Giulia, a la que le regaló un oso de peluche. Un «Teddy bear» que se suma a otro osito de trapo que esta semana le hacía llegar a la maternidad la asociación de protección del oso en los Pirineos, a modo de reivindicación por la promesa –incumplida por ahora– de Sarkozy de introducir un nuevo ejemplar en la región de Béarn para asegurar así la supervivencia de esta especie.
Intencionados o no, la hija de la pareja presidencial no ha dejado de recibir en estos cuatro días todo tipo de regalos, además de felicitaciones y amabilidades de amigos, personalidades y simples ciudadanos.
Camuflada
Ayer, pasadas las dos de la tarde, madre e hija dejaron la clínica en un coche oficial camino de su residencia y con toda discreción. Carla Bruni en jogging gris, enfundada en un abrigo oscuro y con gafas de sol, mientras que en sus brazos llevaba a la pequeña completamente camuflada. Quizá para evitarle los primeros rayos del sol, protegerla del frío o, mejor, de los flashes de los ávidos paparazzi.
Apenas ha cumplido cinco días de vida y Giulia Sarkozy Bruni no sólo ha llenado páginas en la prensa sino que ya ha generado más de una polémica. La consonancia italiana de su nombre al parecer no termina de calar entre el paisanaje francés, además de desagradar a más de un político. Es el caso de la ultraderechista y candidata presidencial en 2012, Marine Le Pen, que en un arranque de patriotismo exacerbado declaró ayer que hubiera preferido que la criatura llevara un nombre «más galo» que el elegido o, a lo sumo, su versión francesa. «Creo que cuando se es presidente de la República dar un nombre francés a su hijo es una señal muy potente. Es mi lado patriota, y pienso que muchos franceses piensan como yo», remató.
La familia en miniatura
A Giulia le siguen lloviendo los regalos. El último y el más curioso, una figura en miniatura junto a sus padres que ha elaborado un popular artesano de la Vía San Gregorio Armeno de Nápoles. «Ahora todo el mundo podrá tener en su casa un recuerdo de este nacimiento tan especial», dijo el creador.
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