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OPINIÓN: Tiempo y significado

La Razón
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Estos días el tiempo se frena por momentos y se repite la historia sagrada. La Semana Santa, como la liturgia, como las fiestas del calendario, forman parte de un tiempo diferente al tiempo cronológico. Un tiempo cíclico que se sucede cada año y que nos sirve para conformar, a través de las cosas que nunca cambian, nuestra experiencia del mundo. Un tiempo que se solapa con el tiempo de la Historia, el que avanza hacia delante, y que momentáneamente lo suspende. Es el tiempo del recuerdo revivido.
Más allá de las creencias particulares de cada uno, los seres humanos necesitamos de este tipo de tiempos que frenan el tiempo de vida, de esta especie de «cronologías de excepción» que ponen entre paréntesis la experiencia cotidiana y la sustituyen por un tiempo simbólico con un comienzo y un final definidos. Un tiempo de la certidumbre. Es el tiempo de la fiesta, del ritual, de la conmemoración, pero también el tiempo del juego. Un «tiempo significativo» con una duración limitada pero plena y cargada de sentido.
Es imposible aplicar este sentido del tiempo a nuestra experiencia cotidiana. Porque en ella todo es incierto: estamos abiertos a la sorpresa y no sabemos cómo será el mañana. En un momento como el presente, en el tiempo desaparece y todo camina hacia delante con una velocidad acelerada ya casi imposible de imaginar, estos retornos del tiempo sagrado, nos sirven –aparte, por supuesto, del sentido religioso que poseen – como pequeñas resistencias que nos otorgan, al menos momentáneamente, una cierta soberanía sobre el mundo. Volver a experimentar cada año las mismas escenas, los mismos momentos, es afirmar que la existencia sigue teniendo un sentido.