Nueva York
Patti Smith: la leyenda continúa
Existe una famosa fotografía tomada en 1975 en un garito del Village neoyorquino. Aparece una joven y risueña Patti Smith junto a Bob Dylan, estrella absoluta en aquel entonces. La muchacha no puede ocultar su emoción. Al fin y al cabo, Patti siempre ha sido una fanática de ídolos.
Entonces, aquella fotografía parecía casi antinatural: ¿qué hacía Dylan con aquella desconocida con pinta de «groupie»? Vista hoy la imagen, tras cuatro décadas, todo suena natural. Porque el tiempo es el mejor juez y, hoy, Patti Smith forma parte de la realeza del rock. Para demostrarlo aparece «Outside Society», el primer recopilatorio de toda su carrera. Son 17 canciones y un buen puñado de obras maestras que suponen una perfecta iniciación para quien no conozca su música.
Una punk diferente
Nacida en Chicago en 1946, Smith siempre quiso ser algo. A diferencia de otros punks, tenía ambición, lo que le permitió granjearse un buen número de enemigos. Sus referencias iban del blues de Robert Johnson a la belleza de Bob Dylan, de la lisergia de The Doors a la vitalidad adictiva de los Rolling Stones. Y también tenía voracidad intelectual, empezando por su devoción por el simbolismo francés de Verlaine y Rimbaud.
Todo este cóctel propició su viaje a Nueva York en 1967. Allí comenzó a contactar con la contracultura y conoció al fotógrafo Robert Mapplethorpe. Sería éste quien financiaría el primer single de Smith con su nueva banda, incluyendo al guitarrista Lenny Kaye, y que incluiría las canciones «Hey Joe» y «Piss Factory». No hizo mucho ruido, pero sí fue una buena carta de presentación para Arista, una compañía que quería renovar su catálogo con músicos como The Eagles, Jackson Browne y Bonnie Raitt, entre otros.
De tal forma que Patti Smith y su banda grabaron «Horses», una obra maestra entonces y ahora, uno de esos discos sin el cual no podría explicarse la historia del rock and roll. En plena explosión del punk, Nueva York era la ciudad en la que había que estar y «Horses» se convirtió en el álbum del momento. La presencia de esta muchacha en escena era arrebatadora. No sólo cantaba bien, sino que sobre las tablas desplegaba un carisma más que estimulante. Luego llegaron otros cuantos discos más («Easter», «Radio Ethiopia» y «Wave»), con los que la artista cerró la década en la cima. La nueva década traería una nueva etapa para ella. Se casó con Fred «Sonic» Smith y abandonó Nueva York para vivir en una granja de Detroit; tuvo dos hijos y se retiró de la escena musical hasta 1988. Entonces publicó «Dream of Life», con «People Have the Power» por bandera.
Pero los tiempos habían cambiado. La música, ya devorada por los tiburones del negocio, había perdido su importancia social. También sus artistas. Mientras, los más clásicos se entregaban a la vida fácil, a los conciertos de estadio y a los discos sobreproducidos. Smith era vista como una joven de otra era. Los acontecimientos se agolparon: su marido murió en 1994 y su pianista, Richard Shol, también. La cantante entró en una profunda depresión. Entonces recibió la llamada que menos esperaba. «Soy Bob Dylan», escuchó. Smith recibía la invitación para que lo acompañase en su gira de otoño en 1995. Aquello sirvió para anestesiar su tristeza y recuperar las energías creativas.
En 1996 publicó «Gone Again», un afortunado regreso para una polifacética mujer que intenta ir más allá de sus habilidades musicales. Así es su vida, una biografía singular, un viaje por los cielos del éxito y los infiernos de la tragedia. Hoy ya nadie discute su puesto en un lugar elevado del Olimpo del rock. Es lo que quiso desde pequeña.
«Rimbaud con amplificador Marshall»
«Outside Society» culmina un año en el que Smith (en la imagen, una foto polaroid del disco) ha sido noticia por su libro de memorias «Just Kids». En noviembre de 2010, la artista recibió el National Book Award por este libro, un galardón a añadir a otros reconocimientos como los de The American Library Association, Los Angeles Times y National Books Critics Circle Award. Mañana, también recibirá el Polar Music Prize. Según el comité, «ha dedicado su vida al arte reflejando que el rock está en la poesía y la poesía en el rock. Es un Rimbaud con un amplificador Marshall. Ha transformado la manera de mirar, pensar y soñar de una generación».
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