Lenguaje
Hechos no palabras por Ramón Sarmiento
La degradación del lenguaje no tiene su origen en las palabras mismas, sino en los comportamientos prácticos de los hablantes. Pues, en palabras del sociólogo norteamericano B. Berstein, las lenguas son como espejos que reflejan verbalmente la conducta de una sociedad, los hechos.
Entre nosotros, lo ilustró bien el Conde Lucanor en la Edad Media: «El ejemplo no nace de los sermones, sino de la vida misma», la que se desarrolla en las escuelas, los hospitales, las empresas... allá donde se está junto a los demás. Por ello, la palabra «ejemplo» es ahora tan importante como entonces. Hay ejemplos buenos y malos ejemplos. Uno malo es aquel que dice: «Yo soy rico, vosotros podéis haceros ricos como yo». Todos sabemos perfectamente que no es verdad. Porque, si cualquiera se hace rico, lo está consiguiendo a costa de los demás. Es, por tanto, un ejemplo degradante y síntoma de una sociedad enferma y necesitada de regeneración.
Valores políticos
Y, como el «ejemplo» es un bien escaso en el mundo de la política, acaba convirtiéndose en la palabra esencial para una sociedad democrática. Aparece como la cualidad más importante que se puede exigir a un político, incluso si después nos da ejemplos negativos. Porque los valores políticos no son enseñables: hay que vivirlos. Sobre todo ahora, viendo la increíble carrera hacia los cargos. Es decir, hacia el dinero. En estos tiempos en que se estila un lenguaje político vulgar y banal es cuando se necesitan hechos, no palabras (res non verba). Las palabras sólo convencen; en cambio, los hechos arrastran. Pero el empobrecimiento cognitivo en que nos ha sumido la sociedad de consumo impide cualquier revulsivo para la superación: por ejemplo, el esfuerzo de pensar.
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