Elecciones generales
El último regalo
Rubalcaba aborda su singladura como candidato exhibiendo las mismas contradicciones que caracterizaron sus años de Gobierno. Primero fue el tema de la velocidad: se gastó una millonada en reducirla a 110 km/hora, y otro montón meses después en volverla a poner los 120. Igual que el techo de gasto. El candidato se reía de Rajoy por plantear semejante cuestión, y al poco tiempo no sólo era necesario sino que, además, había que plasmarlo en la Constitución por la vía de urgencia. Lo último es el impuesto del patrimonio. El Ejecutivo lo suprimió por «obsoleto e ineficaz», y ahora hay que volverlo a implantar deprisa y corriendo para salvarnos de la quiebra. Si alguien pensó que con Rubalcaba se iba a producir un cambio en la manera de gobernar, se equivoca. Estamos ante el mismo vaivén, la misma improvisación, el cambio constante de ideas. El problema con este Impuesto sobre el Patrimonio, amén de que no gravará a los ricos de verdad sino a las clases medias, está en que puede que ni tan siquiera salga adelante. Rubalcaba se lo ha pedido al Gobierno y éste accederá a aprobarlo por decreto el viernes. Pero si el día 22 el PSOE no tiene mayoría suficiente para convalidarlo –PNV y CiU se oponen–, entonces Pérez Rubalcaba quedará en ridículo ante todo el mundo. Igual es el último regalo que le dispensa Zapatero.
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