Estados Unidos

Pedazo de carne

La Razón
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Mientras aquí seguimos con el debate taurino, sin saber si al morlaco ha de matarlo el torero con el estoque, el matarife con una descarga de kilowatios o la Guardia Civil con la metralleta, en una sociedad tan dietética como es el mundo de la cultureta, en los Estados Unidos ha provocado un escándalo la exhibición de una cantante vestida con filetes, algo parecido a convertir en alta costura el despiece de bovino. Al público vegetariano, los macrobióticos y las defensoras de animales que por allí abundan, se les ha puesto la escarola de punta, se han rasgado las vestiduras ecológicas y han escupido tofu y bayas de goji ante tamaña ofensa a golpe de chuletón. Pues ya se sabe que a determinada gente mentarles una vaca es peor que mentarles a la madre para que se pongan a embestir.

Se conoce el temperamento estrafalario de Lady Gaga, la penúltima cantante moderna dispuesta a hacer arte de la provocación, acostumbrada a mostrar su figura como un perchero de bazar, con un desborde de cosmética que nos impide todavía conocer su verdadero rostro. Un escaparate andante de chamarilería con voz de oro, según dicen sus millones de discos vendidos, más allá de sus procacidades y apariciones excéntricas. «Quería demostrar que no soy sólo un pedazo de carne», ha dicho tras pasear su jugoso traje de carnicería en los premios MTV, con la ambición de ser sublime de forma perecedera, exaltando la carnaza por partida doble: «No sólo estoy mollar, sino que llevo la matanza encima», sin saber si llevarse los ligues a la cama o a la sartén.

Lo que llama la atención a fin de cuentas es que al respetable le pone más el deseo carnal que el canto de la espinaca y que la Gaga aparte de sus gorgoritos de estrella fashion pop sabe dar que hablar, aparte de estimular en sus fans las ganas de hincarle el diente. Sólo hay que elegirle el punto. Más hecha o menos hecha.