Zaragoza
«Mou» los ha pasado de rosca
El expediente X: 17 tiros a puerta en La Romareda, dos en El Sardinero
Madrid- El Real Madrid, martillo pilón en La Romareda, se ha convertido cuatro partidos después en un equipo frágil y evanescente, como si José Mourinho, de tanto apretar, le hubiese pasado de rosca. Llamó la atención su ímpetu en la Supercopa, que perdió con el Barcelona. Deslumbró con el 0-6 en Zaragoza; dio señales de alarma en Zagreb, aunque venció, como también al Getafe; pero el Levante y el Racing han destapado una serie de carencias inconcebibles, propias de la generación «nini»: ni goles, ni ocasiones, ni condición física, ni fútbol.
De la derrota con el Levante Mourinho culpó a Khedira y al árbitro; del empate con el Racing, sólo al colegiado, «por su pasividad ante las simulaciones (de los rivales), con el carrito de los lesionados...». El entrenador del Real Madrid, que encuentra una justificación externa para cada traspié del equipo, en Santander admitió, no obstante, que «la situación es preocupante al perder cinco puntos fuera». ¿Qué ha cambiado para que sólo la distancia con el Barcelona, un punto desfavorable, disimule el desastre?
Las estadísticas, como el algodón, no engañan: contra el Zaragoza (0-6), 37 disparos, 17 a puerta y 11 paradas de Roberto; contra el Getafe (4-2), 25 disparos, 10 a puerta y 6 paradas de Moyá; contra el Levante (1-0), 14 disparos, 2 a puerta y 2 paradas de Munúa; contra el Racing (0-0), 14 disparos (se incluyen, por ejemplo, las faltas de Cristiano contra la barrera), 2 a puerta y 2 paradas (?) de Toño, quien, seguramente, no recordará un partido tan plácido como ése.
De los 17 tiros a la portería del Zaragoza, 24 días después se ha pasado a dos contra el Racing, que alineó a cinco suplentes, uno de ellos Jairo, un juvenil de 18 años que parecía un avión al lado de Cristiano Ronaldo. Lo cual invita a pensar que la preparación física del equipo, su resistencia, en estos albores del campeonato es deficiente. Corroboran esta teoría las lesiones musculares de Pepe y Coentrao. El traumatismo craneoencefálico que padece Carvalho, y que podría impedirle jugar el sábado contra el Rayo, sólo es un accidente futbolístico.
También hay quien por su proximidad al equipo ha detectado un cierto hartazgo en el vestuario por «el castigo a Casillas en el trofeo Bernabéu; el exilio de Albiol; la suplencia de Özil, tampoco está en su mejor momento, o la de Ramos; las sustituciones de Benzema y la inexplicable aparición de Callejón en Santander...». Son algunas causas que invitan a pensar que a «Mou» se le ha deshecho la piña entre las manos porque la ha exprimido demasiado.
La realidad es que en las dos primeras jornadas el Madrid hizo diez goles y que con los dos traspiés siguientes ha firmado el peor arranque de Liga desde que, hace siete años, lo entrenó Luxemburgo, a quien relevó López Caro en la jornada 14. ¿Quiere esto decir que peligra el superpuesto de Mourinho? No. El presidente le ha abrazado, quizá para que no se descuide.
La cara oculta de Guardiola
Mourinho enarbola la bandera de la inmodestia, que puede confundirse con hipocresía, y catalogarle de burro, por sus desaforados ataques y sus ofensivas expresiones, no sería descabellado si, continuando con el símil animal, Guardiola encarnara al zorro. Hay que explicarlo. En el Madrid más de uno piensa que Pep es un «listo» que sabe provocar sin despertar sospechas. Dados los resultados de los últimos campeonatos y de los títulos que ha cosechado el Barça, también podría inferirse que lo del Madrid es pura envidia. Pero, no, algo hay. Al final del partido en Mestalla, Guardiola se dirigió a un periodista que considera «merengue» y le espetó: «¿Qué, es que no han sido dos penaltis?». Lo fueron, a Messi; pero en la sala de prensa no aludió al asunto y ensalzó las virtudes del contrario. Ni palabra del árbitro. Quedó como un señor. ¿Tiene que espabilar Mourinho? No va a cambiar.
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