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El gen Bolt y el prodigio Phelps

El atleta jamaicano y el nadador serán las figuras en los Juegos de Londres. La cara B son los tramposos: preocupa el dopaje genético

El gen Bolt y el prodigio Phelps
El gen Bolt y el prodigio Phelpslarazon

El mayor espectáculo del deporte está a punto de comenzar. 10.500 deportistas lucharán desde el 27 de julio hasta el 12 de agosto por 302 medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Londres. Entre ellos están algunos de los «elegidos»: Federer o Sharapova en tenis, el «Dream Team» de baloncesto, el gimnasta japonés Uchimura, los atletas Rudisha e Isinbayeva... Pero por encima de ellos están el nadador Michael Phelps y el atleta jamaicano Usain Bolt. Cada Juegos y cada época tiene a sus referentes. Phelps y Bolt ya forman parte de la leyenda por lo que hicieron en Pekín hace cuatro años, pero su historia todavía no ha terminado. Continúa en Londres.

El reto de Michael Phelps es pelear contra sí mismo. Ya dejó atrás los registros que perseguía, lo que muchos consideraron una locura: quería batir los siete oros que logró Mark Spitz en Múnich 1972. En Atenas, Phelps se quedó cerca: seis oros y dos bronces.

En Pekín, dejó atrás al mito: ganó ocho oros, que además le convirtieron en el deportista con más títulos olímpicos. En Londres será el que más medallas ha sumado, ya que opta a siete podios y sólo le faltan dos para igualar a la gimnasta Larissa Latynina, que consiguió hasta 18 metales (9 oros, 5 platas y 4 bronces) entre los Juegos de Melbourne, Roma y Tokio.

Londres será la última oportunidad de ver a Phelps en unos Juegos Olímpicos. El niño que empezó a nadar a los siete años para luchar contra un déficit de atención e hiperactividad pondrá fin a su carrera y a una aventura olímpica que empezó en Sidney 2000, cuando participó y fue quinto con 15 años en los 200 mariposa.

Desde que Bob Bowman, su entrenador, lo vio, sabía que estaba ante alguien especial, ante un diamante que supo pulir para convertirlo en el mejor nadador y en el mejor deportista olímpico de siempre.

Atrás quedan los pequeños problemas que ha sufrido en los periodos de «entreguerras», entre Juegos y Juegos. Justo después de Atenas 2004, con 19 años, fue arrestado por conducir ebrio. «No importa lo joven que seas para ser responsable de tus actos. Cometí un error y pido disculpas», dijo Phelps, condenado a pagar una multa y a dar charlas sobre los riesgos del alcohol a los más pequeños.

Pocos meses después de su hazaña en Pekín circularon unas fotografías en las que aparecía fumando marihuana en pipa. También pidió perdón y consiguió que la doble moral norteamericana no se lo llevara por delante. Su popularidad no bajó, pero, según explicó, sufrió una depresión que a punto estuvo de hacerlo abandonar.

El olor de la competición le devolvió a su ser. Brilló en el Mundial de 2011, aunque también se topó con un rival que se lo pondrá complicado ahora en Londres: su compatriota Ryan Lochte, su amigo, que también logró superarlo en la prueba de 400 estilos en los «trials» de clasificación para los Juegos hace apenas unas semanas. Pero el olor de los Juegos es todavía más tentador para el Tiburón de Baltimore. En ocho días, Phelps puede saltar hasta 14 veces a la piscina en busca de siete nuevos oros.

Justamente un amigo es también el rival más temible del otro «dios» de los Juegos: el jamaicano Usain Bolt. Yohan Blake, con el que comparte entrenador y con el que tiene una gran relación, le superó en las pruebas de clasificación, tanto en los 100 metros como en los 200, hace apenas unas semanas. «Miro a Bolt y me pregunto: "¿podré ganarle"?», reconoció Blake en la BBC.

Así ve el jamaicano a su compatriota y así lo admira todo su país y todos sus rivales. Bolt parece un niño con sus gestos antes y después de las carreras: se peina delante de la cámara como si fuera un espejo, la señala, juguetea primero para, después, cuando suena el disparo, arrasar. La presunta «debilidad» mostrada ante Blake y el resto de rivales que tendrá (el también jamaicano Powell, Tyson Gay, Spearmon...) hacen todavía más interesantes las pruebas del hectómetro y el doble hectómetro en Londres. Nunca nadie dominó con tanta superioridad esas distancias.

Bolt muchas veces entra a la meta casi parado. Como Phelps, tiene registros que parecen de ciencia ficción: 9.58 en los 100 metros y 19.19 en los 200, aunque las condiciones en Londres, el frío y la lluvia, no son propicias para que los supere. Un estudio científico calculaba que el tiempo en el que el jamaicano paró el cronómetro en los 100 no se lograría hasta dentro de 50 años. Ese mismo estudio cifra el límite humano en 9.44. Figuras como Bolt y Phelps hacen replantearse hasta dónde puede llegar el hombre.

Pero, ¿por qué corren tan rápido Usain Bolt y sus compatriotas? Una parte importante está en el entrenamiento, pero hay otra fundamental que viene de serie. Está en los genes, por tanto, si usted soñó alguna vez con correr tan rápido como el Relámpago Bolt sepa que lo tiene complicado. La isla caribeña, de apenas tres millones de habitantes, da los mejores velocistas del mundo. Sus antepasados eran esclavos procedentes de África, sobrevivieron los más fuertes y lo han ido transfiriendo de generación en generación.

La Universidad de Glasgow, junto con la de las Indias Occidentales, estudió durante dos años a atletas jamaicanos y en el 70% de ellos encontraron en la fibras musculares «Actinen A», un gen que permite contraer más fácilmente las fibras rápidas de los músculos, por tanto, les permite correr más rápido. El mismo estudio hecho en australianos dio un porcentaje del 30 %. Por tanto, el trabajo puede hacer un gran deportista, pero el ADN delimita quién es un fuera de serie.

Los Juegos de Londres pretenden ser los más limpios de la historia. Para ello se ha instalado en Londres un laboratorio gigante en una especie de hangar diáfano para facilitar la manipulación de las muestras. Estará abierto las 24 horas del día y en él trabajarán 150 científicos con máquinas de última tecnología.Entre los Juegos Olímpicos y Paralímpicos pasarán control 6.000 deportistas, es decir, la mitad de los que participen.

Pero en dopaje ya se sabe que el «ladrón» va por delante. Antes de Atenas el mundo del deporte se vio sacudido por el «caso Balco», descubierto gracias a que mandaron una jeringuilla al FBI con la sustancia química indetectable (el esteroide anabolizante llamado THG) que estaban usando muchos atletas y que se llevó por delante a estrellas como Tim Montgomery o Marion Jones.

La preocupación ahora es el dopaje genético, del cual se lleva hablando desde hace años y que está especificado como prohibido en el código de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), pero del que no hay pruebas de que se esté utilizando. Sí está demostrado que existen genes que definen a un campeón (se han encontrado más de 220 que puedan influir en el aspecto deportivo) y se está empezando a utilizar la terapia genética para tratar enfermedades como la distrofia muscular, no es una locura pensar que esos métodos puedan usarse para mejorar el rendimiento de los deportistas.

Un virus para doparse
Se trataría de introducir en el organismo genes modificados o material genético, a través, por ejemplo, de un virus, para que la persona genere EPO (supone más resistencia) de forma endógena o para bloquear la producción de miostatina (aumenta la masa muscular, ya se hizo un experimento con ratones).

Es una preocupación en varios sentidos. Por un lado, el de la salud: son métodos experimentales y no se sabe qué graves consecuencias podría tener el futuro. Después está la trampa que va implícita en el dopaje y que en algunos países está considerada un delito. Además, los controles actuales de orina y sangre no podrían detectar este tipo de dopaje porque serían generados por el cuerpo y no habrían entrado en el organismo de forma externa.