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Un seminario recuerda la figura del historiador Rafael Altamira

La Razón
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España, en ocasiones, es una nación ingrata. Un país que tiende a olvidar a sus personajes, a los intelectuales que engrandecen su cultura y que dan nobleza a sus humanidades. Rafael Altamira, como otros historiadores, catedráticos y juristas destacados, es un nombre que pertenece a las élites, que permanece recluido en estrecho espacio los claustros docentes, cuando debería ser una figura pública, reconocida por todos. Para, en parte, paliar ese baldón, el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid celebra desde mañana, y hasta el miércoles 19 de octubre, un seminario dedicado a evocar a este intelectual inquieto que abordó diversas disciplinas, todas ellas con brillantez.
Altamira fue un hombre que no se agostó por las tribulaciones de su época (un exilio que le condujo a México y Estados Unidos) ni por las paradojas inherentes de los convulsos años que trajo la Segunda Guerra Mundial –Altamira era un pacifista, el primer juez que España tuvo en el Tribunal de la Haya y un carácter dispuesto a salvaguardar la paz y sus valores después de la Gran Guerra, y que presenció, con pena, cómo el nazismo arruinaba la enorme labor de su tarea–. Pilar Altamira, su nieta, recuerda cómo su abuelo jamás dejó que los contratiempos abatieran su ánimo. Todo lo contrario. Y subraya el enorme trabajo pedagógico que desempeñó, el prestigio que mantenía en otras naciones (mientras aquí se le hacía el vacío), cómo fue él quien impulsó el primer jardín-escuela en España y se unió fuerzas a Emilia Pardo Bazán para reivindicar el papel de la mujer en la sociedad española.