Barcelona
En el día de España
España celebró ayer su Fiesta Nacional con la solemnidad de otros años, aunque marcada por la política de ahorros que impone la crisis y sin esconder la preocupación por la nueva ofensiva independentista en Cataluña. Así, en Madrid, Sus Majestades y los Príncipes de Asturias presideron el tradicional desfile militar, al que la austeridad no restó brillantez ni emoción. Como explicó el ministro de Defensa, Pedro Morenés, la ausencia en el Paseo de la Castellana de los espectaculares carros de combate, la artillería pesada y los escuadrones del Ejército del Aire, cuya participación se redujo a la patrulla Águila, debía enviar el claro mensaje a la ciudadanía del compromiso de las Fuerzas Armadas con las visicitudes que atraviesa el país. El mismo lema escogido para esta jornada, «nuestra fuerza somos todos», llama a la unidad de la Nación frente a las dificultades. Un lema que, también, se vio reflejado en Barcelona, donde varias decenas de miles de personas –65.000, según la Delegación del Gobierno– inundaron la Plaza de Cataluña con banderas españolas, catalanas y de la Unión Europea en respuesta al llamamiento por las redes sociales de la plataforma «España y catalanes», haciendo visible a esa mayoría silenciosa no nacionalista que vive con normalidad su doble condición de catalanes y españoles. Esa movilización, hecha al margen de cualquier apoyo oficial y declaradamente apartidista, ha servido, además, para reducir a su justa e ínfima medida los actos de burla y rechazo contra el Día de la Hispanidad que desde hace varios años vienen programando algunas organizaciones independentistas, y demuestra que la deriva emprendida por el Gobierno de la Generalitat, que preside en funciones Artur Mas, empieza a tener réplica en la sociedad catalana.
En este sentido, no se puede estar más de acuerdo con el Príncipe de Asturias cuando señalaba ante los periodistas presentes en la recepción oficial que Cataluña no es un problema para España y abogaba por confiar en la «Cataluña real, configurada por una sociedad plural», y en no dejarse aturdir por «la espuma de declaraciones» que se están produciendo. Ha sido una clara llamada de Su Alteza Real a la moderación de los discursos políticos, ante una situación compleja que debe abordarse con la cabeza fría, sin responder a las provocaciones e insultos, y desde la convicción de que el Estado de Derecho en que se configura nuestro país se basta para superar cualquier intento de ruptura. La Constitución no excluye a nadie, y las aseveraciones que dan por enterrados los consensos de la Transición obvian intencionadamente que la soberanía nacional reside en el conjunto del pueblo español.
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