Miami
Reg Traviss su última adicción
Éxtasis, cocaína y ketamina. Una mezcla letal que Amy Winehouse podría haber considerado la mejor receta para su hastiado corazón.
Aunque las causas de su fallecimiento no se esclarecerán hasta que se revelen los datos de la autopsia –prevista para este lunes–, los medios británicos ya han recabado testimonios del entorno de la cantante que esclarecen el estado anímico en el que se hallaba en los días previos a su muerte. En declaraciones al «Daily Mail», una fuente aseguró que Amy había comprado una gran cantidad de droga porque «quería tener una gran noche de viernes». También algunos amigos de la diva del soul sostienen que fue la combinación de pastillas de éxtasis con alcohol la que provocó el fatídico desenlace.
El fallecimiento de Amy Winehouse fue una sorpresa, pero no algo inesperado. Aunque existen diferentes versiones sobre el día de los hechos, muchos parecen coincidir en la causa que habría sumido a la cantante en sus horas más bajas: la ruptura con Reg Traviss. Ella ya lo advirtió en una entrevista: «Siempre he sido una pequeña ama de casa. Sé que tengo talento, pero me pusieron aquí para ser esposa y madre y cuidar de mi familia». Apenas unos meses antes de fallecer, Amy expresaba su deseo de encauzar su vida de una forma tradicional. Tanto es así, que podría haber pensado en Reg Traviss para pasar por el altar por segunda vez, aunque el joven la habría rechazado. Al parecer, Traviss –que, según varios diarios ingleses, estuvo el sábado en la casa de la cantante– intentó por todos los medios que superase su adicciones y, al no conseguirlo, dio por finalizada su historia de amor hace unos meses.
El alejamiento de Traviss podría haber sido la causa por la que Amy acudió en mayo al centro Priory Clinic, al suroeste de Londres, en su último y desesperado intento de desintoxicarse. Después de una semana ingresada, sus progresos en la rehabilitación se vinieron abajo cuando la fotografiaron nadando con una botella de vodka. El joven, sumido ahora en una profunda conmoción, se siente culpable por haber dejado a Amy sola luchando contra sus fantasmas. Sus amigos aseguran que «tiene el corazón destrozado. La amaba tanto...».
Una boda por 70 euros
Sin embargo, no es la primera vez que un hombre ejerce tanta influencia sobre Winehouse. De hecho, su declive personal comenzó cuando conoció a su ex marido, Blake Fielder-Civil, en un pub londinense en 2005. Su amor fue tormentoso y destructivo desde el principio: comenzaron su relación cuando Fielder-Civil tenía pareja y, el efecto de su pasión comenzó a notarse en Amy porque sus apariciones públicas eran cada vez más bochornosas y rara era la ocasión en la que no estaba ebria. La pareja se separó brevemente en 2006, tiempo en el que Fielder-Civil volvió con una de sus ex novias, dejando a Winehouse sumida en una profunda depresión. Fue durante este tiempo cuando compuso gran parte del repertorio que recogería en su disco «Back to Black» y cuando empezaron a multiplicarse los rumores de que padecía algún trastorno alimenticio y tenía adicción a la heroína. Sin embargo, en abril de 2007, Fielder-Civil –el hombre que reconoció haber introducido a Amy en el mundo del crack y la heroína– reapareció en su vida y la pareja se decidió a pasar por la vicaría. Se casaron en Miami, Florida, en una ceremonia «low-cost» que no superó los 70 euros. El menú se componía de hamburguesas y patatas fritas.
Después de las horas dulces se multiplicaron las escenas amargas. La más polémica se produjo cuando fueron fotografiados en el Soho con la cara y el cuerpo magullados y con sangre después de haberse golpeado. Para añadir más miserias a su historia, Fielder-Civil acabó ingresado en la cárcel acusado de sobornar a un hombre para que retirase los cargos contra él.
Descarrilada
Tras su separación en 2009, el entorno de Amy tenía la esperanza de que lejos de Fielder-Civil la artista podría dar la espalda a un pasado lleno de violencia y excesos. Se trasladó a la isla caribeña de Santa Lucía con la esperanza de desintoxicarse pero no tardó demasiado en demostrar que su tren seguía descarrilado: apareció ebria en una playa y con una quemadura en su pierna sin saber explicar cómo se había herido. Amy Winehouse ya se había acostumbrado a llevar su vida al límite, hasta que el pasado viernes se le escurrió tras esa frontera de la que uno nunca vuelve. A pesar de todo, en una entrevista a un rotativo inglés en octubre del año pasado, la cantante defendía que llevaba una vida plena y cuando le preguntaron si tenía alguna frustración o ambición insatisfecha, ella respondió: «No. Si muriera mañana, sería una chica feliz».
Algo con lo que sus padres, Mitch y Janis Winehouse, no están demasiado de acuerdo. «Hemos estado viéndola matarse a sí misma lentamente», comentaron. Afanados en que su hija reconociera que tenía un problema su cariño como progenitores les hacía pensar que era «cuestión de tiempo» que su hija venciese su adicicón a las drogas y el alcohol.
Inmersos en una fuerte conmoción, las primeras reacciones de los padres han sido recogidas en los medios. «Esto no es real, estoy completamente devastado. Estoy esperando a otro avión, me voy a casa. Tengo que estar con Amy», dijo el padre de la joven al enterarse de la noticia de la muerte de su hija. Janis, la madre de la artista, habría sido la última persona que vio a la joven antes de su muerte. «Estaba fuera de sí», aseguró . «Amy siempre me decía ‘‘Mamá te quiero'' cuando nos despedíamos», decía, al tiempo que aseguraba que sería el último recuerdo de su hija que atesoraría en la memoria.
Pero no sólo los familiares y amigos han querido recordar a la diva del soul. Sus fans han convertido el entorno de su casa en el barrio de Camden en un auténtico santuario. Tan variopinto y contradictorio como su trayectoria, es su altar in memoriam: se compone de flores –especialmente girasoles–, velas, alguna que otra copa, cigarrillos sueltos y hasta una botella de ron. Ayer ni el calor impidió que los seguidores de la artista se acercaran al tranquilo barrio del norte de Londres para compartir su tristeza por la pérdida de la intérprete de «Back to black». «En realidad, todo podría ser tan hermoso para Amy», lamentaba una de sus seguidoras a la entrada de la casa en la que horas antes había fallecido su ídolo. «Hemos venido para darle el último adiós», comentaban. Aunque se empeñó, Amy, que fue tan ruidosa, rutilante y arrolladora, al final no logró que el zumbido de sus escándalos empañasen la emoción que despertaba con su música. Y ahora, cuando lo que quema es el silencio de la diva, les queda el consuelo de que su voz, nunca se apagará.
Cóctel mortal
Si hay algo que los músicos, y sobre todo los cantantes, deben hacer es no abusar de las drogas porque eso perjudica su salud y la calidad de su voz. Parece que Amy, desoyendo el sentido común, adquirió previamente a su muerte éxtasis, ketamina y cocaína. Además, su afición al alcohol podría haber disparado la mecha para que el cóctel mortal hubiera hecho efecto. Tanto el éxtasis como la cocaína son comunes en los ambientes nocturnos, pero la ketamina es mortal de necesidad por ser, entre otras muchas cosas, un calmante para caballos. La mezcla siempre ofrece resultados impredecibles.
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