Francia

Deportista conservador

La Razón
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Como es sabido, Alberto Contador fue recibido por el presidente del Gobierno de España, en su Palacio, después de lograr la hazaña de ganar un tercer Tour de Francia. A Zapatero le interesa poco el deporte, y se nota. No lo entiende, no sabe lo que significa, no se da cuenta de lo que los deportistas ponen en juego. Por eso no muestra la más mínima naturalidad (cualidad siempre rara en él) cuando hay que relacionar los éxitos de los deportistas con un esfuerzo y un sacrificio común y compartido. Bien es verdad que sabe esquivar e incluso neutralizar las posibles consecuencias políticas de la exhibición ambulante de patriotismo que son estas grandes figuras. Aun más asombrado debió de quedarse cuando Alberto Contador le soltó, a modo de explicación, que en este último Tour había sido «conservador». «Conservador», ni más ni menos. ¿Hay algo peor que eso en España, ahora mismo? ¿Hay algo más detestable, más anacrónico, más estúpido que ser conservador? Contador quería decir, claro está, que había planteado una carrera con los mínimos riesgos posibles, una carrera en la que la estabilidad se le antojaba más provechosa que el cambio y la seguridad más valiosa que la especulación. ¿Qué habría pasado de haber adoptado Contador una actitud arriesgada, de esas que priman el bien por venir a la realidad que ya tenemos en nuestras manos? No lo sabremos nunca, claro está, pero el caso es que su estrategia conservadora le dio un resultado excelente. Contador, por otra parte, no hacía un juicio sobre la actitud conservadora. Tan sólo expuso lo que le había servido para ganar. Es una expresión frecuente en el deporte. Los deportistas hacen carreras conservadoras, juegos conservadores, incluso… partidos conservadores. Cuando la actitud conservadora no está mal vista por personas tan competitivas, tan obsesionadas con ganar y llegar al primer puesto como son los deportistas, algo debe de tener de positiva e incluso, me atrevería a decir, de ejemplar. Claro que Rodríguez Zapatero debió de pensar, como lo hizo, aunque de forma sin duda más elaborada, un gran intelectual liberal: ¿Conservador? ¿Pero es que hay algo que conservar? (Aparte del Palacio, quiero decir).